Nuestra sociedad sufre hoy en día una pandemia de indiferencia mortal,
que lentamente nos va consumiendo. La empatía ha desaparecido por
completo y somos incapaces de mirar más allá de nosotros mismos, hasta
tal punto de que esta indiferencia y nuestra ceguera selectiva, nos
están empezando a llevar al borde de la muerte. La indiferencia está
ya matando gente en Valencia.
El pasado viernes 30 de Noviembre, en pleno centro de Valencia, en Plaza
España, un hombre de aspecto desaliñado y mirada perdida llamó mi
atención y se dirigió a mi con acento extranjero diciendo “por favor
ayuda, llama a una ambulancia”.
Llevaba una mano en el pecho, temblaba
como una maraca y en su rostro desencajado podía verse claros gestos de
intenso dolor. Llamé al 112 y mientras venía la ambulancia estuve
hablando con él para que no perdiera la conciencia y sujetándolo para
que no se desplomase. Me explicó que tenía mucho dolor en el pecho y
el brazo y que se extendía cada vez más por todo el cuerpo, sentía
muchísimo frío (tenía fiebre muy alta), también mucha sed, le
costaba respirar y me mostró su pie con una venda ensangrentada.
Me dijo que llevaba rato pidiendo ayuda pero nadie le había hecho caso. Y
ahí estaba yo, con mi escaso 1,60 m de estatura, tratando de sujetar a
un hombre de complexión grande de unos 1,90 m, y absolutamente nadie se
acercó a prestarnos ayuda durante la media hora que tardó en llegar la
ambulancia.
Le pregunté si quería que avisase a algún familiar o
algún amigo y me contó que su familia estaba toda en su país,
Bulgaria, y que él antes tenía muchos amigos, pero que desde que
enfermó todos desaparecieron. No tenía a nadie y, por su aspecto,
deduzco que tampoco tendría nada más que la vieja bolsa que sujetaba.
Era uno de los tantos indigentes que habitan los portales y cajeros de
nuestra ciudad y que la mayoría acostumbramos a ignorar como si fueran
invisibles.
Probablemente este hombre sufría una septicemia avanzada, provocada por
la herida infectada de su pie y complicada con alguna otra enfermedad,
quizás una diabetes mal tratada, pero, sobre todo, lo que le había
llevado a ese estado límite era la peor enfermedad que hoy en día
sufre esta sociedad, la indiferencia.
Sufrimos una pandemia mortal de indiferencia que hace que una persona
enferma termine viviendo en la calle por falta de ayudas económicas.
Que hace que nadie se preocupe de que alguien sin recursos cure sus
heridas, hasta el punto de que llegan a infectarse y quede al borde de
la muerte. Que nos hace capaces de ignorar a una persona que nos pide
ayuda, solo porque no nos gusta su aspecto.
La enfermedad real no está en el cuerpo de ese hombre, está en nuestra
sociedad, que presume de ser moderna, abierta y tolerante, cuando
realmente está mil veces más podrida que el pie de aquel desdichado
mendigo.
Nuestra sociedad agoniza por la pandemia de indiferencia que
nos asola y se extiende muchísimo más rápido que la infección por la
sangre de ese indigente. Nuestros corazones son los realmente cansados
y, doloridos, que amenazan con pararse en cualquier momento.
La enfermedad no es lo que nos mata hoy, nos mata la indiferencia.
Los antibióticos pueden curar una infección, pero ¿Qué puede curar
la pandemia de indiferencia que está matando a nuestra sociedad?
Yo no lo sé…
Comparte la noticia
Categorías de la noticia