Entretenidos en las discusiones de políticos, que sólo son valientes cuando se enfrentan entre ellos por el voto; pero no cuando se trata de hacerlo juntos frente a las causas de los grandes problemas que nos afectan a todos, estamos ciegos ante las que, desde mi punto de vista, son las dos grandes amenazas para el futuro inmediato de las personas: la creciente desigualdad, y el cambio climático. Por razones de espacio, y de urgencia, abordaré en este artículo únicamente la segunda.
Se nos viene advirtiendo, con una práctica unanimidad entre los científicos, del calentamiento global que provoca el aumento de CO2 en el aire y en los océanos, generado por la combustión de petróleo, y carbón, fundamentalmente en la automoción; la generación eléctrica, la industria, y los usos domésticos. Y la dificultad para que comprendamos la gravedad de la situación es que sólo percibimos los efectos puntuales de la misma, tanto por nuestro deseo de evitar cualquier cambio en nuestra forma de vida; como por el interés de los grandes actores económicos en ocultar la realidad, y el miedo de los políticos a afrontarla adoptando medidas impopulares.
No es pues de extrañar que, en lugar de dedicar sus esfuerzos a buscar alternativas limpias a la producción de energía con petróleo y carbón, el mundo occidental esté hoy ocupado, con el incalificable Donald Trump a la cabeza, en tratar de controlar el país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Y esto, no para ayudar a la población, sino para ganar más dinero haciendo frente al incremento de la demanda de petróleo que genera, tanto el injustificado consumo del mundo desarrollado, como la lógica demanda creciente de los países, como China, cuya población aspira legítimamente a mejorar sus condiciones de vida y acercarse a las nuestras.
Para que entendamos el problema con dos ejemplos de la vida cotidiana: si seguimos ignorando las advertencias y no cambiamos nuestra forma personal de consumir , de reciclar, y de desplazarnos, muy pronto será imposible bañarse en el Mediterráneo por las bandadas de medusas y las nubes de plásticos, y tendremos que acostumbrarnos a convivir todo el año con el mosquito tigre. No afrontar las causas nos hará sufrir los efectos; y estos son de los menos graves.
De ahí la necesidad de actuar en dos sentidos: exigiendo a los políticos medidas valientes; y asumiendo cada uno de nosotros la responsabilidad de proteger nuestro mundo, no sólo para nosotros, sino sobre todo para nuestros descendientes, como demandó la activista de 15 años, Greta Thunberg, a los mandatarios mundiales en la pasada Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático.
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