Carlos Gil. Las
manos del Presidente empiezan
a temblar. Las gafas de sol ya no le dejan ver, con la nitidez
que a él le
gusta, un tranquilo futuro en el Gobierno de España y, entre
vuelo y vuelo,
empieza a darse cuenta de lo dura que es la moqueta que él
mismo decidió
ponerse para entrar a la Moncloa.
A
Sánchez empiezan a no salirle
las cuentas. Bueno, no es exactamente así. Nunca le salieron
tras la votación
de la moción de censura, que generó tantas deudas pendientes
como poca
intención de pagar por muchas de ellas, quizá pensando que los
acreedores iban
a perdonarle alguna. Pero, en ese momento, le pudo su ansia
presidencial por
encima de cualquier otra consideración.
El
ridículo alcanzado con la
votación del órgano de control de RTVE ha sido solo una señal
de lo que se
avecina a un Gobierno intrínsecamente débil que empieza a
notar las
dificultades que supone vivir en un débil equilibrio, teniendo
tan solo la
cuarta parte del Congreso incondicionalmente a favor y con el
Senado totalmente
en contra. Tanto es así que poco ha tardado la ministra Celaa
en dejar caer la
posibilidad de un adelanto electoral que, desde luego, no
pasa, de momento, por
la cabeza de Sánchez.
El
PSOE tiene ahora un problema
de difícil solución. Si a su debilidad parlamentaria añadimos
la confrontación
interna que, aunque silenciosa, sigue existiendo, y la baja
popularidad de sus
primeras acciones de gobierno, un adelanto electoral podría
resultar cuanto
menos dañino para sus intereses.
El
golpe de timón en el Partido
Popular, tras el Congreso de la pasada semana, puede ser clave
para la
sostenibilidad del Gobierno Sánchez. Hasta ahora, el PP estaba
en su Congreso y
en sus candidaturas, pero ahora, resuelto este, vuelve a
centrarse en su actividad
parlamentaria de oposición. Y eso, a Sánchez, si es consciente
del papel que
puede ejercer el Senado en su actividad legislativa, debería
generarle cierto
sudor frío.
Mientras
tanto, el Presidente se
dedica a atender su agenda cultural, gastronómica o turística.
Si nos parecía
un despilfarro su viaje a Castellón para asistir a un
concierto del FIB (incluso
con su aparente coartada de visita institucional) ahora
sabemos que el avión
volvió a por ellos el sábado. Dos viajes y una noche de por
medio, de la cual
nadie ha dicho nada, a cambio de una visita relámpago sin
orden del día ni
resultados aparentes. Solo les ha faltado venderlo como un
guiño del Presidente
hacia nuestra Comunitat. Si, al menos, Puig hubiese llenado el
FIB de pancartas
exigiendo un nuevo modelo de financiación autonómica…
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