Carlos Gil. Por
primera vez, un presidente
del Gobierno de España visitaba Valencia en la celebración del
Nou d’Octubre.
Su presencia en los actos institucionales de la Generalitat
(que nadie vaya a
creer que acompañó a nuestra Senyera en la procesión cívica)
despertó tanta
expectación que hizo pasar desapercibida a la incalificable
propuesta de Carmen
Alborch (¡¡cómo ha perdido esta mujer!!) de declarar el
feminismo como
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Dice
la costumbre que, cuando
alguien acude como invitado a una fiesta, suele llevar un
regalo. Pedro, no. Se
presentó en Valencia con las manos vacías y sin intención de
hacer un mínimo
guiño a los valencianos en ninguna de las materias que tenemos
pendientes con
su Gobierno.
En
su discurso, el president de
la Generalitat le insinuó que lo único que se pedía desde
Valencia es que se
cumpla la Constitución en materia de derechos de nuestra
Comunitat. ¡¡Gran
error, Ximo!! ¿Cómo se te ocurre pedirle a Pedro Sánchez que
cumpla la
Constitución? ¿Acaso hay precedentes? A Pedro, la Constitución
le resulta
incómoda, desagradable e inútil. Le sobra. Y lo lleva
demostrando tantas veces
como le ha sido posible en los escasos cuatro meses que lleva
de presidente del
Gobierno.
Como
gran concesión, el presidente
respondió que había que ponerse a trabajar tanto en el tema de
las inversiones
para la Comunitat Valenciana como con la revisión de la
financiación autonómica.
¿Hay que ponerse a trabajar? ¿Y qué es lo que han estado
haciendo todo este
tiempo? ¿Y el paripé que montaron el otro día en Moncloa con
el que parecía
resuelto para siempre el futuro de los valencianos? ¿Qué era
aquello? A todas
luces, era otra fábula propagandística de esas a las que
tendrán que
acostumbrarse quienes aún no lo hayan hecho. Ni más, ni menos
que, como se dice
por aquí, “fum de boja” o, lo que es lo mismo, “res de res”.
Pedro
Sánchez está empeñado en convertirse
en el presidente más nefasto de la historia de España. Y a fe
que lo está
consiguiendo en tiempo récord. Su desprecio a las
instituciones y a la
Constitución queda latente en cada uno de sus actos. La última
(igual ya no lo
es cuando este artículo vea la luz) negándose en acudir al
Senado a dar
explicaciones sobre su tesis doctoral “por tratarse de un
asunto de índole
privada” y “para no desprestigiar a la Institución”. ¿Y la
presidencia del
Gobierno qué? ¿No se desprestigia a diario con su forma de
actuar? Si el Senado
pide a un presidente del Gobierno que comparezca, y este, como
él dice, no
tiene nada que esconder, lo normal es que no ponga pega alguna
y acuda a la
comparecencia, aunque sea a dar las explicaciones en play-back
para seguir en
la línea de la tesis. A Sánchez le sobra el Senado, le sobra
la Constitución y
le sobra todo aquello que no sea un espejo donde mirarse y ver
lo bien que le
queda el traje de Presidente. Al resto de españoles, nos sobra
Sánchez.
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