Juan Planes.
Lao Tze, el viejo maestro, nos alentaba en el Tao Te King “deja de pensar y tus problemas terminarán”,
porque ya sabía lo que la ciencia ha demostrado dos mil quinientos años
después, la depresión va asociada a una hiperactividad de la corteza cerebral
asociada al lenguaje y pensar demasiado nos hace infelices.
Definitivamente, las personas deprimidas se hablan demasiado a sí mismas, piensan
demasiado. Nuestra mente es de naturaleza errante, pues pasamos cerca de
la mitad de nuestro tiempo pensando en asuntos diferentes a los que nos ocupan
en cada instante presente. Los datos revelan que cuando nuestra mente divaga
nos sentimos menos felices que cuando estamos plenamente atentos a lo que
estamos haciendo.
Nuestra felicidad depende principalmente de aquello en lo que pensamos la
mayor parte del tiempo, ¿te animas a comprobarlo ahora mismo? Tomate tres
minutos para ti. Primero, piensa y recuerda durante dos minutos el momento más
triste de tu vida. ¿Cómo te has sentido? Segundo, recuerda durante un minuto el
día (o la noche) más gozosa de tu vida. ¿Te has sentido diferente? A recuerdos
tristes, emociones desagradables, a recuerdos agradables, emociones
alegres.
Las personas somos muy poco diestras a la hora de manejar nuestra mente y
con frecuencia somos más sus esclavos que sus dueños. Tenemos la tendencia
autodestructiva de invertir más tiempo pensando en aquello que nos salió mal
en el pasado, lo que nos lleva a la tristeza, la rabia o el odio, y en
aquello que nos intranquiliza sobre el futuro, lo que nos provoca ansiedad y
preocupación, que en estar aquí y ahora, lo que nos
reportaría tranquilidad y alegría. Somos
tan emocionalmente torpes que si nos cuentan el chiste más gracioso tres veces,
ya no nos reímos más de él, y, por el contrario, encontramos habitual llorar la
misma pena en decenas de ocasiones.
¿Por qué los niños son más felices que los adultos? Porque no piensan
(es decir, no hablan consigo mismos), porque su atención se centra todo
el tiempo en lo que están haciendo
en cada momento, porque están “aquí y ahora” y estando presentes viven en
paz y alegría.
Pero, ¿puede un adulto vivir sin hablar consigo mismo? Pues sí, ya lo
haces la mitad del tiempo, por lo que sólo te queda el trabajo de volver a ser niño
la otra mitad del tiempo. ¿Cómo lo consigo? Pues pasando más tiempo
jugando a juegos de niños, hacer deporte, fantasear y ver películas, y pasando más tiempo con juegos de adultos,
trabajar, bailar, charlar, leer, hacer el amor, meditar, escuchar música
y practicar tus hobbies, es decir, haciendo de todo menos aburrirse. (Eso
sí, tienes que adiestrar a tu mente para
que no se distraiga mientras juega y se
ponga a pensar).
A partir de hoy, cada vez que te sientas triste, rabioso, tenso o
preocupado, recuerda que te sientes así porque estás pensando demasiado, en
esos momentos, escucha la voz de ese sabio y sonriente viejecito chino que te dice “deja de pensar y
tus problemas terminarán”.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia