Pere Valenciano. El Papa revolucionario Francisco nos sorprendía el otro día de nuevo con unas declaraciones a una revista de los jesuitas, en las que afirmaba que él nunca ha sido de derechas y que había que darle más protagonismo a la mujer en el seno de la Iglesia, además de volver a hacer un guiño a los homosexuales. Estas declaraciones han inspirado al columnista de El Periódico de Aquí, Francisco Adán (ver ‘‘El Papa no es de derechas’’ en la sección de Opinión de www.elperiodicodeaqui.com) y han hecho reflexionar a un servidor sobre la división clásica, pero reduccionista, entre ser de derechas o de izquierdas.
A lo largo de mi carrera, con varias responsabilidades en el periódico Las Provincias, como director de Tele 7 o, actualmente, al frente de El Periódico de Aquí, he escuchado comentarios de lo más variopinto sobre mi persona, incluyendo mi ideología. El otro día un destacado miembro del PP de Valencia sugería que comentaban que yo era de izquierdas, mientras en otras muchas veces la etiqueta atribuida era la contraria, sin faltar opiniones sobre mi proximidad al nacionalismo valenciano. Y yo, emulando al Papa, me pregunto, Dios mío, ¿yo qué soy, de izquierdas o de derechas?
Pues, yo soy un defensor de la sanidad y la educación públicas. Respeto profundamente a las personas de fuertes convicciones religiosas que las aplican en su vida diaria para ayudar al prójimo y poner la otra mejilla, pero detesto la hipocresía de quienes piensan de una manera y hacen justo lo contrario. Me gusta el Papa Francisco, pero no aquellos líderes religiosos que hablan en nombre de Dios excluyendo a minorías como los homosexuales o reduciendo al papel de madre y esposa a la mujer, por poner dos ejemplos.
Debe lucharse por la igualdad de las personas, el acceso a una vivienda digna y el respeto a las minorías. Pero no de boquilla, sino de manera efectiva. Detesto el racismo, la xenofobia, la intolerancia y la homofobia.
En cuanto al trabajo, creo en los derechos de las personas, pero también en las obligaciones, en la responsabilidad y en el amor al trabajo bien hecho. A la productividad. A la competitividad. Creo en el esfuerzo.
Defiendo la permanencia de los sindicatos, pero merecen una reconversión en España y dejar de recibir subvenciones públicas. Como tampoco creo que deban subvencionarse partidos políticos o asociaciones empresariales. Subvenciones para quien de verdad las necesita: becarios, investigadores... Gente, en definitiva, que aprovechará el dinero público para generar riqueza que redundadará en beneficio de todos.
Amo mi tierra, la Comunitat Valenciana, el País Valencià, el Antiguo Reino de Valencia. Ninguno de los tres nombres me agradan del todo, pero mejor no pierdo tiempo con esto, como tampoco de la lengua que hablo. Hablo valenciano, y punto. Pero no creo que sea incompatible con ser español. Somos más fuertes unidos en un mundo globalizado.
En definitiva, soy como soy. Pienso como pienso. Detesto las etiquetas, los reduccionismos, los bloques y las dos Españas. Ahora vas y lo tuiteas (@perevalenciano).
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