¡¡Ya
estamos en 2019!! Y no
parece que vaya a ser un año más, sino que parece que vaya a
ser el año
decisivo. Es probable que, dentro de 52 semanas, nos paremos
a mirar y veamos
que no era el lobo tan fiero como lo pintaban, pero, de
momento, hay que
reconocer que las expectativas son muy altas.
Pocas
veces coincide la
posibilidad de que, en un mismo año, los ciudadanos estemos
convocados a elegir
a nuestros representantes en todas las instituciones.
Sabemos, seguro, que en
mayo elegiremos alcaldes, diputados autonómicos y
eurodiputados. Y queda aún
por ver si Pedro Sánchez se decide a convertir ese domingo
en “superdomingo” o
sigue aguantando en la Moncloa.
Cierto
es que vivimos en una
constante campaña electoral y no vemos, o no sentimos,
alterada nuestra “tranquilidad
ciudadana” ante la proximidad de una convocatoria electoral.
Pero esta vez, no
sé por qué, puede ser diferente. El susto que algunos se han
llevado con el
resultado de las elecciones andaluzas ha puesto en preaviso
a más de uno que,
hasta hace pocos meses, se las prometían muy felices. Y eso
me lleva a pensar
que habrá movimientos muy interesantes desde ahora por
aquello que se solía
decir de las barbas del vecino.
No
es menos cierto que hemos
dedicado tanto esfuerzo a pedir un adelanto de elecciones a
Pedro Sánchez, que
apenas nos hemos dado cuenta de que las otras elecciones,
las nuestras, se nos
han echado encima. Ximo Puig, y sus socios del Botànic,
deben empezar a hacer
balance de lo que han sido cuatro años de gobierno de pocos
resultados para
nuestra Comunitat.
En
el análisis de la legislatura,
podemos encontrar dos partes bien diferenciadas. La primera
de ellas,
especialmente reinvindicativa con el Gobierno de España, y
la actual, en la que
parece que todas esas demandas, que tanto se aireaban en el
pasado, han quedado
en el olvido.
Ximo
Puig se ha plegado al
servilismo a su Secretario Nacional, ahora presidente del
Gobierno. Cuando Pedro
Sánchez era otra persona, y Mariano Rajoy presidía el
Consejo de Ministros, la
infrafinanciación de la Comunitat Valenciana era el tema
estrella de todas las
comparecencias del president. Ahora, no. Se le ha olvidado
que el sistema de
financiación autonómica castiga especialmente a nuestra
Comunitat y ha
preferido cerrar filas en el ámbito interno de su Partido
que defender los
intereses de los valencianos. Habrá que recordar que el PP
de Alberto Fabra no
dejó de reivindicar una mejor financiación pese a que, en
aquel momento, el
Gobierno de España estaba en manos del mismo Partido
Popular.
Sin
financiación, sin corredor
mediterráneo y sin haber conseguido situar a la Comunitat en
el mapa político
español, nos quedan pocas semanas, para ver qué inventan
para hacernos creer
que la legislatura ha sido productiva y que han trabajado
“de valent” por los
valencianos. De momento, siendo positivos, mi balance es que
estamos peor de lo
que estábamos.
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