Fran Raga Hace algunos meses
pregunté al anterior alcalde de Massanassa, Vicent Pastor (PP),
sobre el destino de los miles de euros que las multas de los radares
fotorrojos instalados en la Avenida Vicente Blasco Ibáñez de
nuestro pueblo iban a reportar a las arcas municipales. En aquel
momento, ante todo el Pleno, el entonces alcalde se comprometió a
destinar tanto dinero como se recaudase con las multas a mejorar la
seguridad vial de conductores y peatones de la Avenida.
(Paréntesis: los fotorrojos se
instalaron en algunos pasos de peatones mientras que otros no eran si
quiera protegidos con badenes o resaltos. ¿Seguridad vial o afán
recaudatorio en una vía con una siniestralidad muy baja?).
A
día de hoy, poco o nada queda de aquel compromiso. En su lugar,
gravilla suelta peligrosa para motoristas, bandas reductoras a
trozos, baches en pasos de peatones que ocasionan caídas, aceras sin
adaptar para personas con movilidad reducida y mobiliario viejo, roto
y descuidado. Repensar y cuidar la Avenida Vicente Blasco Ibáñez se
hace, debido al estado que presenta en algunos de sus tramos, una
obligación.
No es que esta avenida sea la única
que precisa de una mejor atención por parte del equipo de gobierno
municipal, -formado por PP y Ciudadanos-, pero sí que es una de las
más transitadas y la principal imagen que ofrece Massanassa a
quienes transitan por el centenario Camí Real.
Les invito a
hacer una prueba: dense un paseo por la misma avenida en las
localidades vecinas de Catarroja, Albal o Alfafar. ¿Ven árboles
muertos? ¿Y bancos en los que nadie se sentaría porque están
sucios y sin pintar desde hace años? ¿Ven contenedores y papeleras
quemados? ¿Y a que, al menos de vez en cuando, se friegan las aceras
para combatir la suciedad incrustada?
No, no se trata de que
los habitantes de Massanassa seamos más sucios o descuidados que
nuestros vecinos. Tampoco es que nuestro Ayuntamiento tenga menos
dinero para arreglar esos pequeños desperfectos que acaban por
ofrecer una imagen pobre y de dejadez. No se entiende que un
municipio como el nuestro, con una economía en teoría saneada, no
reponga contenedores y papeleras rotos, oxidados o sin piezas, que no
repare bancos viejos o que haya quien no pueda circular en silla de
ruedas porque no les ha interesado rebajar esos bordillos que impiden
que todas las personas, sean como sean, puedan transitar. A veces,
antes que pensar en grandes y ruidosas inauguraciones, conviene
pensar en los pequeños detalles. Se trata de desinterés y acomodo
tras más de veinte años de proyectos a salto de mata y un proyecto
de municipio más pronto fantasma.
Hemos visto caer personas
en baches sobre pasos de peatones que sobreviven meses y meses ante
un gobierno despreocupado, mientras en nombre de la seguridad vial se
sanciona a 200 euros el semáforo y no se reinvierte nada en mejorar
la seguridad vial. Hemos visto como el verde de los árboles
plantados años atrás se apaga, al ritmo que muchos comercios en
algunos tramos, y todo ello mientras las líneas continuas o los
pasos de cebra costaban meses que fueran repasados. Merecemos más,
mucho más.
Merecemos repensar uno de los principales
espacios urbanos de Massanassa, cuidarlo y evitar su degradación.
Merecemos pasar de ser una carretera y poco más a ser una verdadera
avenida principal, para todos, viva, verde, limpia y atractiva. Es
posible.
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