Sandra Gómez. EPDA València tiene un problema de vivienda. Podíamos buscar justificaciones estadísticas o hacernos trampas al solitario, pero la realidad es tozuda. Basta con que alguien haya hecho la travesía que supone buscar un piso para darse cuenta de que en algunas zonas los precios son más elevados y la oferta es escasa.
Este no es un fenómeno nuevo, ni exclusivo de nuestra ciudad, pero sí es un problema importante. Y digo que no es nuevo, pero sí que intervienen -para agravarlo- nuevos factores. Desde que el alquiler turístico aterrizó en las ciudades las viviendas ya no son solo para residir, las fincas no solo tienen vecinas y vecinos o los barrios no necesitan hoteles para albergar visitantes. Esta idea que puso el consumo colaborativo sobre la mesa parecía tener más virtudes que defectos, pero los argumentos contrarios han emergido al mismo ritmo que los anuncios de apartamentos florecían en las plataformas. Fundamentalmente son dos: problemas de convivencia y aumento del precio de la vivienda.
Por eso las ciudades hemos tenido que actuar. Los socialistas presentamos una enmienda para que la nueva Ley de Turismo otorgara a los ayuntamientos el control sobre los apartamentos turísticos y gracias a esto, desde su entrada en vigor, en València sólo los ubicados por debajo de viviendas y cuando no lleguen a superar el 50% de los pisos de una comunidad. Además, hemos llegado a un acuerdo con la Generalitat para que la Policía Local asuma la competencia de la inspección para que se cumpla la legalidad.
Además, en Ciutat Vella declaramos la suspensión de licencias para uso hotelero y apartamentos turísticos hace un año y estará vigente hasta la aprobación del Plan Especial de Protección que establecerá una zona de protección residencial. Una fórmula que también recogerá el Plan Especial del Cabanyal y que se estudiará para Russafa. Por tanto, estamos actuando pero es cierto que no están resueltos todos los flecos. Hay que abordar qué ocurre con los apartamentos que empezaron a funcionar antes de que entrara en vigor la nueva Ley de Turismo.
El turismo no tiene que cambiar València. Al contrario, entendido desde la sostenibilidad social y económica, tiene que abrirnos caminos. Ni queremos vivir en una València despersonalizada, ni nadie quiere viajar a un parque temático cuando elige destino. Las ciudades son para vivirlas, tanto para quienes tenemos la suerte de vivir en un lugar que vale la pena visitar como para quienes quieren venir a visitarnos.
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