Ana Gómez Con este otoño que cada día nos plantea una apuesta sobre si lloverá o brillará el sol, nos llega la certeza de que las temperaturas van bajando de forma inexorable. Es precisamente en esta época del año cuando empezamos a aclimatar nuestros hogares a través de los sistemas de calefacción y abrigo. Pero también es cuando empieza una verdadera pesadilla para muchas familias que tendrán que decidir si suben la temperatura de su vivienda, o mantienen sus escasos ingresos a otros gastos esenciales como la alimentación.
La pobreza energética es un término que se puso de moda hace unos años, pero que no nos resulta ajeno. Interpretar correctamente una factura de suministros de energía, tomar medidas para mejorar la eficiencia del hogar, etc. Son cuestiones de capital importancia para mejorar la economía doméstica.
Sin embargo, en Cruz Roja llevamos observando a muchas familias que no tienen recursos ni para adquirir un producto tan sencillo como bombillas LED, rebajando así considerablemente su consumo. También hay demasiadas situaciones de amenaza de corte de suministro. Algunas de las primeras medidas que toman son dormir en la misma habitación los miembros de una familia de cinco personas, ducharse con la misma agua varias personas, o racionar el agua caliente limitándola a los hijos e hijas pequeños.
Es aquí cuando saltan las alarmas. Estas medidas limitan la salud, el crecimiento, bienestar y desarrollo personal, especialmente cuando detectamos que hay niños y niñas en los domicilios. Para estos casos extremos existen actuaciones como el bono social, ayudas como las que las organizaciones no gubernamentales llevamos a cabo.
Por desgracia, no hay que irse muy lejos para comprobar que los suministros ocupan un alto porcentaje de nuestro gasto mensual, y que hay que aplicar toda clase de estrategias y conocimientos para sobrellevar la sobrecarga que se nos presenta con la llegada del frío.
En Valencia presumimos de clima suave, un invierno llevadero. Y por eso, no sobrecalentamos las viviendas y convivimos con la humedad con bastante dignidad. Sin embargo, este otoño loco nos recuerda que de nuevo tendremos que consumir más electricidad o gas, y que, por tanto, volveremos a analizar con preocupación, y muchas veces con estupefacción, cada factura.
Es momento del ahorro energético, de evitar situaciones extremas, de revisar facturas, pero, no menos importante, de ser conscientes de la difícil realidad que tenemos aquí, muy cerca.
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