Héctor González
Cubos para evitar charcos en el metro Llovía a cántaros y los dos nos refugiamos en una marquesina. Cada uno entró por un lado y, casi a la vez, miramos al panel informativo electrónico. Teníamos la suerte de que en esta parada sí existe para indicar el tiempo de espera. Esto fue lo que nos alarmó. Línea 80, 14 minutos; Línea 92, 13 minutos. Nos volvimos a mirar. Éramos dos desconocidos con un mismo pensamiento. No dábamos crédito a lo que veíamos. A las 15 horas y con frecuencias previstas de 6-7 minutos, esa tarde se duplicaba la espera. Cuando, con lluvia ladeada, más necesitábamos cobijo y transporte.
“Mucho, ¿no?”. Le pregunté. “Si, demasiado”, respondió. Otra mirada. Nuevo pensamiento cruzado. “Me voy andando”, le dije. "Yo también", contestó. Y cada uno tomó una dirección. Quizás nuestras vidas se vuelvan a cruzar otro día. Puede que en otra marquesina. En este caso, no hizo falta que nos conociéramos para compartir el desencanto con el tiempo de espera del autobús de la Empresa Municipal de Transporte (EMT) al que aspirábamos a subir. A una hora en la que no había atasco. Y nuestra renuncia a a esperar.
El transporte público urbano en superficie ha mejorado en cuanto a tamaño de vehículos y descenso de contaminación; también en lo que se refiere a atención por parte del o de la chófer, pero falta extender la información sobre frecuencia horaria a todas las marquesinas y, principalmente, reducirla en la práctica y siempre que se pueda (salvo imprevistos), y no únicamente en teoría.
Y si vamos al transporte subterráneo, al metro, que ya depende de la Generalitat y no del Ayuntamiento de Valencia, la situación empeora. Al día siguiente al descrito, también lluvioso (vaya otoño llevamos), me encaminé a la estación más cercana a la de la relatada escena de la marquesina, a la de Bailén. Allí la espera para subir al vehículo que conduce a Valencia Sur también suele ser de 12-15 minutos. Y destacaban los inevitables cubos.
Sí, esos coloridos cubos habituales, para evitar charcos, en tantas estaciones de metro llueva o no llueva. Jesús, Patraix, Alameda… y muchas otras. Forman parte ya de su decorado. Por cierto, y ya que aludo a Alameda y a decorado, desde hace unos días también se añade a la boca de metro por Ciudadela un folio con las palabras ´No funciona´ pegado al ascensor. Lo han colocado casi dos años después de que haya dejado de funcionar (salvo algún día excepcional que, casi milagrosamente, lo ha hecho). Y hablamos de una estación con cuatro vías, inaccesible para personas con discapacidad desde uno de sus laterales. O desandas toda y sales por Alameda o toca ascender una empinada escalera.
Con estas carencias, poner tantas pegas al transporte particular en la ciudad de Valencia como hace el Ayuntamiento significa dejar a gran parte de la ciudadanía a expensas de un transporte público que todavía tiene demasiadas carencias.
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