Empar Marco, directora general de À Punt.
Porcentaje de programas en la parrilla.
Principales productoras que trabajan para À Punt. A. GARCÍA
Principales incumplimientos del proyecto. A. GARCÍA Un año después de su puesta en marcha, À Punt no ha cumplido con sus expectativas. De hecho, son numerosos los incumplimientos de Empar Marco, respecto al proyecto que presentó en el concurso público convocado por la Corporació Valenciana de Mitjans de Comunicació y que fue clave para que fuera la elegida por el Consell Rector como directora general. En efecto, su proyecto fue el más valorado por el Consell Rector -91 puntos sobre 100-, lo que le permitió quedar entre los tres finalistas, compensando su mala puntuación en el apartado de méritos, con el tercer peor Curriculum de todos los aspirantes, con 0 puntos en el apartado de liderazgo, dado que jamás ha dirigido equipos y lo más que había hecho esta filóloga en el mundo audiovisual había sido ser corresponsal de TV3 en la Comunitat Valenciana. El Periódico de Aquí analiza el listado de incumplimientos de su propio proyecto.
Pero antes hay que hacer un poco de memoria. Tras el cierre de Canal 9, la Comunitat Valenciana se quedó sin radio ni televisión públicas. Hasta que el Pacte del Botànic -PSPV-PSOE, Compromís y Podemos- decidieron la recuperación del servicio público. La buena noticia, sin embargo, no ha cumplido con las expectativas, al iniciarse el proyecto con multitud de errores, que han lastrado su desarrollo, dejando la audiencia en un 2%. No la ve ni el Tato.
Primer error
El primer error llegó con el encaje de Podemos en la puesta en marcha de À Punt. Al no estar en el ejecutivo, se decidió cimentar la nueva televisión desde el poder legislativo, les Corts Valencianes. Como consecuencia se tuvo la ocurrencia de crear un Alto Consejo Consultivo, formado por 5 miembros elegidos por los 5 partidos con representación parlamentaria. Pese a ser consultivo, tuvo unas competencias excesivas, al encargarse de seleccionar los contenidos que pondría en marcha la nueva tele valenciana con un presupuesto de 15 millones de euros. Sin embargo, los criterios de selección no se acogieron a ninguna pauta profesional establecida, ni a una estrategia de programación. No en vano, la elección se hizo antes de nombrar a la directora general y su equipo. Se empezó la casa por el tejado. La selección, por tanto, se realizó según el criterio subjetivo de los 5 miembros, que no tenían ninguna experiencia, ni eran expertos en lectura y análisis de guiones, estudio de viabilidad de producción, etcétera. Se presentaron más de 800 proyectos.
Miniseries Xambó y Vergara
Dos de sus miembros, Vicente Vergara -dimitido más tarde del Consell Rector por incurrir en incompatibilidad y fue precisamente quien ‘corrigió’ y puntuó el proyecto de Empar Marco- y Rafa Xambó -a propuesta de Compromís- eligieron dos miniseries, que absorbían el 20% del total del presupuesto destinado a toda la producción de contenidos para ocupar en la parrilla sólo 8 o 9 horas de programación, del total de más de 200 que se podrían contratar. Así, escogieron ‘Jaume I’, impulsada por Vicente Monsonís y Agustín Mezquida y ‘Parany’, con Rodolf Sirera como productor ejecutivo, en la que Pau Vergara fue coordinador de producción.
‘Jaume I’ de momento está aparcada, mientras ‘Parany’ comenzó a rodarse pero se desconoce si está terminada. Expertos consultados por El Periódico de Aquí critican la elección de dos miniseries -caras y que ocupan pocas horas de la parrilla- y aconsejan la contratación de una serie de 13 capítulos, con una emisión próxima a las 12 horas, por el mismo precio que una miniserie con tan solo una emisión de 3-4 horas.
En este caso, sirva como ejemplo el de ‘L’Alqueria Blanca’, que fue el buque insignia de la extinta Canal 9, superando el 20% cuando la cadena ya se hundía en audiencias. Tras rechazar À Punt la recuperación de esta mítica serie, sus paupérrimas audiencias le obligaron a echar mano de reposiciones en la franja de las 16 horas -promocionando incluso en vallas publicitarios el cuarto pase en antena, un hecho insólito en cualquier televisión del mundo-. A finales de enero esa franja se movía entre un ridículo 0’4 y 0’6% de cuota con el debate político del magazine ‘À Punt Directe’, con sólo 6.000 espectadores -sobre una población cercana a los 5 millones de habitantes-.
‘L’Alqueria Blanca’, pese a su cuarta emisión, ha lanzado la franja hasta los 65.000 espectadores de media y un 5% de cuota tras 75 capítulos emitidos. À Punt se mueve ahora en una cuota media diaria del 1’8% -si no hay Fallas o una catástrofe meteorológica-. Sin ‘L’Alqueria Blanca’ la cuota media diaria sería del 1’2%. Dicho de otra manera, la serie más vista de la historia de Canal 9 otorga el 25% del total de la audiencia diaria a su sucesora.
Tras esta primer error de estrategia -fruto del reparto de tareas entre los tres partidos del Botànic-, la siguiente estaba en el propio Consell Rector, cuyo presidente fue la cuota del PSPV-PSOE, Enrique Soriano. El resto de miembros, por su parte, los componen personas a propuesta de todos los partidos políticos, que han contribuido a la elección de la directora general sin haberse leído todos los proyectos de los candidatos. De hecho, cada consejero leyó y puntuó uno, a lo sumo dos, y después hizo un resumen al resto antes de puntuarlos. En este proceso, finalmente quedaron finalistas Empar Marco, Josep Ramon Lluch y Salvador Enguix, pero en el reparto de responsabilidades de la nueva radiotelevisión valenciana, fue Compromís quien finalmente impuso a Empar Marco como directora general. Tenía el tercer peor CV, pero la puntuación de Vergara la catapultó a la primera posición, con el mejor proyecto. Y aquí llega el segundo grave error. Marco ha incumplido los puntos más importantes del mismo, como se detallan en la infografía de la página siguiente. Un año después de ostentar el cargo, los 55 millones de euros del presupuesto establecido legalmente le parecía poca cantidad y pidió aumentarlo, argumentando que otras televisiones públicas autonómicas cuentan con más recursos públicos. De esa cantidad, en estos momentos la plantilla de sobre 550 personas se lleva en gastos de personal unos 24 millones de euros, lo que representaría un 44% del presupuesto y no el 33% que establece la ley.
¿3 millones de publicidad?
Sin embargo, en el propio proyecto señalaba en el apartado de ‘Publicidad y comercialización’ que ‘‘en un escenario conservador, podríamos situar los ingresos en publicidad para el primer año entre 3 y 4 millones, con el margen de crecimiento añadido que permite la plataforma multimedia’’. En un momento en que la crisis publicitaria está superada en el sector audiovisual español, en 2018 À Punt facturó 800.000 euros, por culpa de una audiencia exigua por una programación que no ha conectado con la audiencia, oscilando entre el 1’8 y el 2’2% de media. Además, en el proyecto que le hizo ganadora del concurso público tenía claro que la financiación pública de la Corporación y la Sociedad se completaría ‘‘a través de los ingresos publicitarios y de la venta de productos propios’’. Sin embargo, ahora quiere que sea el Gobierno valenciano el que aumente el presupuesto tras su incapacidad para lograr publicidad privada.
Por tanto, también incumple en el apartado de ‘Principios, valores y alianzas’ la promesa de ‘‘conectar con la audienca para animarla a participar e interpelar a los poderes públicos’’, ‘‘colaborar e intercambiar contenidos con la red de radios y televisiones locales y comarcales’’ y ‘‘desarrollo de las industrias culturales y audiovisuales valencianas’’. En este último sentido, basta con leer con detenimiento la tabla de la derecha, puesto que cinco de las seis productoras que más han facturado en 2018 no son valencianas e incluso se incumple la ley 6/2016, de 15 de julio, cuyo artículo 29 recoge que las ‘‘productoras valencianas independientes deberían realizar no menos del 35% de la parrilla anual’’. Ni de lejos. En 2018 el porcentaje fue de un raquítico 11’61%, por lo que una de las principales razones de ser de una radiotelevisión pública, la de promover el sector audiovisual autóctono, se incumple absolutamente, al primar a empresas de otras zonas. Además, a los que ahora un 2% les parece un éxito, contrasta con la autoexigencia de Marco recogida en el apartado de ‘Contenidos y programas’ de su proyecto, cuando reconoce que ‘‘nuestro objetivo es la excelencia y el liderazgo en todas las franjas’.
¿Segundo canal?
Sus incumplimientos llegan también al ‘Modelo de gestión’, cuando señala que ‘‘el primer paso será la apertura de un segundo canal de TV en diciembre de 2017’’. De momento, ni está ni se le espera, a pesar de que tenía que ser un canal que tenía que nacer ‘‘sin multiplicar los recursos, con un crecimiento progresivo, aprovechando las sinergias de los medios en funcionamiento’’.
Tampoco se ha creado ‘‘un departamento de innovación y diseño para investigar y elaborar nuevos formartos’’, ni se ha creado ‘‘un club infantil’’, pese a que la construcción de la tele se ha hecho un poco ‘a la babalà’. Por no cumplir, no han cumplido ni con una promesa muy del agrado y reivindicación de Compromís: ‘‘promover la reciprocidad con los medios públicos de las Islas Baleares y Cataluña’’.
Su estrategia de programación fue errática desde el primer minuto, con dos magazines en manos de productoras privadas por la mañana y la tarde que son caros y un fiasco de audiencia y un ‘prime time’ -horario de máximo audiencia- que no sabe competir con las cadenas generalistas. Como consecuencia, ningún valenciano puede recordar en estos momentos tres programas de À Punt. Y el problema no era que los valencianos no tuvieran sintonizado en su televisión el dial de À Punt, sino que está alejado de la docena de canales que habitualmente se utilizan para hacer ‘zapping’. ¿Por qué? Porque no hay una programación que interese y, por tanto, no hay necesidad de buscar À Punt, salvo que emitan temporales, Fallas u otras fiestas o eventos con arraigo.
En una cosa, sí tenía razón y acertó la directora general, Empar Marco, cuando en el ‘modelo de gestión’ recogía que ‘‘en el buen inicio de las emisiones nos jugamos mucho: la credibilidad y la fidelidad’’. Dos asignaturas pendientes.
Doble página publicada en la edición impresa.
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