Carolina Pino de la Cueva
En los últimos tiempos hablar de política se ha vuelto una tarea
ardua y complicada, casi podríamos decir tabú en según qué
contextos. Los numerosos escándalos de corrupción, las incontables
tramas de los grandes partidos que nos han venido gobernando en los
últimos cuarenta años, los conflictos, los intereses personales,
los tejemanejes de los medios de comunicación para aupar o hundir a
unos u otros, han provocado en gran parte de la población un
fenómeno que algunos han tenido a bien denominar “desafección
política”.
Es más frecuente de lo que sería deseable encontrar
personas desilusionadas con el ámbito político, quién no ha
escuchado o pronunciado las palabras: Son todos iguales!, Sólo miran
su propio interés!, Votar???, para qué???, nunca cambia nada…. .
Las redes sociales, instrumento que ha servido indudablemente para
lograr la movilización de la ciudadanía en asuntos de verdadera
trascendencia, también han tenido su efecto nocivo extendiendo cual
virus letal hasta convertir en pandemia la temible “desafección
política”.
Es cierto que los conflictos salpican de manera
cotidiana a los diferentes partidos políticos, pero también es
cierto que los conflictos forman parte de la condición humana, nos
permiten avanzar, el choque entre dos posturas frecuentemente supone
la gestación de una tercera, a menudo mejor que las dos anteriores,
una humanidad sin conflicto sería pues una humanidad estática,
condenada al inmovilismo. Así pues, no puedo dejar de reflexionar
sobre la trascendencia de lo que está ocurriendo, y trato de
analizar las posibles consecuencias que podrían derivarse de esta
situación oscura que atravesamos. Andalucía ha sido un escenario
que debería hacernos recapacitar, el precio que se ha pagado debido
a la crisis política ha propiciado el arribismo de un movimiento
político más propio de un pasado que todos quisiéramos borrar.
Pero volvamos al concepto inicial, la Política. ¿De verdad
podríamos imaginar un contexto social en el que se pudiera
prescindir de “La política”?. Trato de analizar esta situación
una y otra vez, es algo que me preocupa, sobre todo en los últimos
tiempos en los que decidí introducirme de forma directa en “estos
lodos” como dirían algunos y comprobar de primera mano el
funcionamiento de esta maquinaria, tan antigua como el ser humano, y
por más vueltas que le doy no entiendo cómo es posible
desilusionarse por completo. Mi experiencia me ha enseñado que la
política no es más que una herramienta, y que según en qué manos
se encuentre puede servir para derrumbar la más férrea construcción
o para crear los más bellos cimientos.
Platón y Aristóteles ya
hablaban de política en la antigua Grecia, de hecho el término
proviene de Polis (ciudad), y etimológicamente podríamos definir la
política como el estudio de la vida en la ciudad, es decir, donde
haya un grupo humano estable habrá una Polis y por lo tanto… se
generará política, así pues el ser humano no podría jamás
prescindir de la política de la misma forma que no podría hacerlo
del lenguaje y la comunicación, ni por supuesto del conflicto. Todos
ellos son conceptos inherentes al ser humano y como tales sería un
error desterrarlos, puesto que nos privaríamos de herramientas tan
básicas y necesarias para nuestra evolución como en su día lo fue
por ejemplo, el fuego.
Dicho esto, partiendo de que la política es una herramienta
fundamental y de que los conflictos o las crisis pueden ser no sólo
peligros sino también oportunidades (así lo reflejan los Chinos en
su vocablo),¿ por qué seguimos empeñados en declinar la balanza
hacia el lado oscuro y dejarnos intoxicar por los vientos pesimistas
que nos conducen irremediablemente hacia un destino contra el que
llevamos años luchando???. Esto ya ha de ser cuestión personal de
cada una, en función de sus experiencias y sobre todo de sus
esperanzas, por mi parte la decisión está tomada.
Renunciar a la
política no es una opción, la consecuencia podría ser devastadora,
la política no es mala cosa, y el hecho de que malas personas hagan
malas políticas no ha de ser motivo para desilusionar a todo un
pueblo, autonomía o nación. Probablemente los años me quiten la
razón, no lo sé, de momento no quiero dejar de creer que una
realidad diferente y mejor es posible, ni tampoco quiero dejar de
creer en las bondades de la izquierda, cuya capacidad de
cuestionamiento frecuentemente se interpreta como empeño en retorcer
las cosas. Las personas que militamos en la izquierda todo lo
estudiamos, todo lo discutimos y todo lo analizamos, capacidad que
algunos interpretan como habilidad para dividir y para no llegar a
buen puerto, sin embargo con el tiempo he aprendido que las mejores
soluciones se generan de las mayores discusiones.
Esta es mi reflexión, ante un panorama sociopolítico complejo, es
necesario seguir adelante, rendirse no es una opción, dar la espalda
no conduce sino a la involución, a la desidia, a la pena de creer
que no pueda existir nada mejor. Soñar es algo de lo que nadie jamás
podrá privar a nadie, es un derecho propio, por lo tanto no
renunciemos a ello, sigamos soñando, sigamos creyendo, sigamos
participando.
Tu futuro, lo construyes sólo tú.
Salud y República!!!!
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