FERNANDO MARTÍNEZ CASTELLANO “Este año, con lo del Black Friday, nos hemos pasado treinta o cuarenta pueblos. Ha habido Black Friday hasta en el bonometro. El bombardeo ha sido excesivo.
Mira que me repatea el uso de tanto anglicismo en el habla cotidiana. Poco a poco, gota a gota, se van colando de “extranjis” hasta que la RAE les otorga el DNI en el diccionario de la lengua española. Pero el goteo a veces es un diluvio, la publicidad en televisión, es la gran regadera, hay anuncios de perfumes, automóviles, que por el hecho de que las imágenes vayan acompañadas de una voz, por regla general muy grave, en ingles, francés, o alemán, ya creen que elevan al producto a una categoría superior.
Les importa un pito a los publicistas que millones de españoles no tengan ni puñetera idea de lo que está diciendo la voz profunda. O a lo mejor lo desean así. De esta manera la voz oscura que acompaña al perfume, igual está leyendo una receta de croquetas y los receptores se quedan tan panchos. Ellos, los publicistas, saben que somos bastante torpecillos en eso de los idiomas, pero también saben que somos una esponja, que nos lo tragamos todo, pese a que presumimos de descreídos, y no solo engullimos lo que nos sueltan los políticos. Éstos no tienen la exclusividad, que más quisieran. Engullimos todo lo que se presenta, y ahí se puede enumerar todo, absolutamente todo. Ya hace años que el Halloween lo hemos incorporado a los fiestorros nacionales.
Ahora están al caer lo de “el Día de Acción de Gracias”, o el futbolero Boxing Day, que en menos de diez años andará por aquí. El Luciamorgon, por ser sueco costará un poco más, pero también caerá. La cosa es que quería hablar de los selfis, o de los selfies, ya no se cual es plural.
Leí, creo que a principios de Octubre, que un muchacho había caído desde el piso 27 de un edificio, una altura considerable, al andar buscando un encuadre original para hacerse un selfie.
La leí la noticia por encima, en diagonal como dicen los modernos, y lamento no recordar dónde había sucedido la tragedia. Tragedia porque hace falta ser gilipollas, cambiar toda una vida por delante, con todo lo bueno y todo lo malo que te sucede en ella, cambiar todo eso (aquí pongan, como en las películas, un encadenado de imágenes) por unos segundos o minutos de “mirar que chulo soy”, porque, no nos engañemos, detrás de cada selfie hay una porción muy grande de vanidad.
Por cierto, allá por enero hablaremos del Soul Searching, otro anglicismo, of course, para no desentonar.
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