Leopoldo Bernabeu. FOTO EPDA
Algo así debieron de pensar millones de españoles hartos de
soportar una Dictadura. Y no tanto por los males que esta pudiera haber causado
casi cuarenta años durante la guerra civil, sino por el hecho de llevar todos
esos años sin poder elegir en las urnas lo que de verdad querían para su
futuro. Aunque sólo sea por eso, nada menos que por eso, siempre tendremos que
agradecer el logro conseguido a todos los actores de la cada vez más venerada,
al menos para mí, Transición Española. Oyendo hablar de ella desde que tengo
uso de razón, jamás la había apreciado tanto como en los últimos años, estos en
los que de verdad tengo conciencia de la tomadura de pelo constante y
perfectamente diseñada a la que estamos sometidos por una limitada casta de
cínicos vividores.
La segunda Transición acaba de empezar, la
primera acabó con la crisis económica y social que se llevó por delante, hace
ahora diez años, todos los logros conseguidos por la primera. Esa crisis tiene
que habernos servido a todos para darnos cuenta de quienes son los verdaderos
responsables de habernos conducido hasta ella y ver con claridad que esos
mismos culpables siguen siendo los mismos que conducen el destino de este país,
absolutamente convencidos de que, superado el drama, nos vamos a olvidar de
ello. Estamos, quizás, ante la última gran oportunidad de demostrarnos que no
estamos dormidos ni aborregados.
No voy a ser yo quien niegue que la situación económica
del país empiece a mejorar, ni tampoco quien no sea capaz de reconocer que
parte del mérito corresponde al actual equipo de Gobierno a nivel nacional. Es
tanto el daño que hizo el anterior, que ya se sabe aquello de “en el país de
los ciegos, el tuerto es el rey”. Pero esta diatriba no debería ser el bálsamo
de fierabrás que calme a las fieras, y eso es precisamente lo que intentan y yo
me rebelo.
El partido popular de Mariano Rajoy no está
legitimado para seguir gestionando el futuro de este país por más tiempo. Ni
siquiera incluso aunque el propio Presidente nada tuviera que ver en caso de
corrupción alguno de los cientos que salpican su partido, algo muy discutible y
poco creíble. Eso sería como reconocer que a lo largo y ancho de nuestra insuperable
geografía no hay grupo alguno de personas capaz de hacer las cosas mejor de lo
que hasta el momento se han hecho. Y eso tampoco es creíble. A las pruebas me
remito. Son los empresarios de este país, con la necesaria colaboración de los
millones de trabajadores, los que están haciendo que remonte la economía. Y son
los políticos, con la impresentable colaboración de todos los partidos, los que
consiguen que cada vez esté más encendido y exacerbado el ambiente social de
este país. Es evidente que nos sobra esta clase política, o esta casta, como
ustedes lo prefieran. Díganme para que sirven. Se repite, de nuevo, mi mejor
frase: “España funciona a pesar de sus políticos”.
Tampoco considero que el principal partido de la
oposición y formación política con más años en la historia reciente de España,
esté en condiciones de dirigir nada. Lo primero que deben hacer es tomarse un
tiempo de relax y aclararse entre ellos. No sólo han abandonado la E de Español
hace mucho tiempo, discutiendo entre ellos la plurinacionalidad de este país,
al que no sé si consideran una Nación o una Federación de naciones, sino que
hace ya también años que dejaron caer la O de obrero, al mismo tiempo que se
alejaban también de la S de socialista cual movimiento de serpiente, unas veces
hacia la abstención a favor de Rajoy y otras, como esta misma semana, hacia un
gobierno bipartito con los chicos de Podemos en Castilla-La Mancha. Un
psiquiatra aquí habría pedido la baja.
Nos quedan los dos inventos de laboratorio. Esos
dos partidos políticos que algunos lumbreras decidieron parir cual Frankenstein
enloquecido, queriendo poner en marcha el doble juego del disimulo sobre su
propia inocencia acerca del nacimiento de la crisis que ellos mismos diseñaron
para arruinar la vida de tantos españoles, y dando a entender su fuerza para
conseguir asustar a los dos de siempre. Hoy padecemos el resultado todos los
españoles, ocho millones que votaron a ambos tremendamente engañados y el
resto, todos los demás, alucinados con la jugada.
Soy un convencido de que hay ocho millones de
españoles, como mínimo, en busca de partido político en el que creer, con el
que volver a ilusionarse. Me resulta de lo más sencillo descifrar la ecuación
que se dio hace ahora algo más de dos años, donde cinco millones de cabreados
votaron por un tal Pablo Iglesias porque de él esperaban que llevara a cabo
todas las barbaridades que proclamaba ante las cámaras, simple y llanamente
porque no les daba la gana volver a votar a unos socialistas acomplejados y
acomodados. Y otro tres que hicieron lo mismo con Ciudadanos, para ver si así
espabilaban sus idolatrados miembros del partido popular y dejaban paso a una
nueva era de políticos limpios. Ocho millones de huérfanos democráticos.
Esos ocho millones de españoles, más algunos más
que ven al PP incapaz de dar carpetazo a su pasado y al PSOE incapaz de
enderezar su futuro, nos merecemos una nueva oportunidad. Nos merecemos poder
escribir el nuevo capítulo de nuestra historia reciente, la que está por venir.
Y este es el momento. ¿Por qué?, porque no estamos superando ninguna crisis
existencial que nos obligue a tomar decisiones precipitadas, Podemos y
Ciudadanos. Y porque es el momento de apostarle fuerte al destino con una
jugada triple: hay que recuperar el espíritu de centro que tanta gloria le dio
a este país hace cuarenta años; es el momento de hacerle ver a los dos grandes
partidos de siempre que tienen que regresar a sus cuarteles de invierno,
rehacer sus equipos con mucha calma, dándose el tiempo necesario para limpiarse
bien por dentro; y porque España necesita que nazca una formación política
nueva, demostrando que no todo está escrito ni sigue el guion de los generales
de la manipulación y el control.
Negarnos la posibilidad de que esto vuelva a
pasar sería injusto para todos. Para los mayores que quieren vivir en paz
después de tantos años de esfuerzo sin ver como se ponen en riesgo de manera
constante e insultante las pensiones que den estabilidad a su vida. Los que
todavía estamos en mitad de nuestra vida porque nos merecemos algo mejor que
todo lo visto en los últimos años. Y los más jóvenes, porque sería
responsabilidad nuestra no hacer nada por legarles una sociedad menos
corrompida y programada que la actual.
Necesitamos dar vida a un partido político que
sea capaz de volver a ilusionar a muchos millones de españoles que saben que la
democracia es la menos mala de las fórmulas conocidas, pero ven como la actual
está en la uvi. Un partido que nazca desde abajo, en cada pueblo, formado por
gente dispuesta a emplear años de su vida en intentar mejorar lo que ve a su
alrededor. Que pueda contar con todo el mundo desde el principio y que nadie
sienta ese temor a formar parte de una lista política, sino al contrario, que
les haga sentirse orgullosos.
Es difícil, muy difícil, pero ¿Quién dijo que un
proyecto tan bonito iba a resultar fácil?. Eso sólo sucede en las películas. Y
esto es mucho más serio. Aquí estamos hablando de participar en la realización
y diseño de nuestra propia película, la que nos queda por vivir. Aplaudo pues
la iniciativa que ya se ha puesto en marcha. Y la aplaudo porque siguiéndola
como lo estoy haciendo desde su reciente nacimiento, veo cómo crece cada día. Y
veo como un proyecto que quiso nacer en una Comunidad Autónoma hace tan solo
tres meses, ya está en más de la mitad de todas las 17 que completan esta gran
nación. Y veo como esta semana se está apunto de tocar ya los primeros 1.000
afiliados y se cuenta ya con 70 agrupaciones repartidas por toda España. Una
formación política nueva, valiente y atrevida, nacida en cada pueblo, que crece
hacia arriba y que el 2 de septiembre sentará sus primeras bases con la
celebración de su escuela de verano en Benidorm. Una escuela que quiso ser
humilde previendo que asistieran sobre 100 personas y que vio como ese cupo se
cubrió en menos de una semana. Hay muchas ganas de crear algo nuevo.
Ojalá estemos ante ese necesario embrión que
nadie intente parar. Hay demasiados intereses en juego, demasiado asiento
ocupado y sueldo paniaguado como para pensar que nadie le va a poner
zancadillas a tanta ilusión. No es preocupante eso, sino que aquellos que
controlan los hilos de poder mediático y que por tanto son generadores de
influencia entre los ciudadanos, decidan darle a algo que nace desde abajo y
crece hacia arriba, las mismas oportunidades que a los demás. Queremos estar
CONTIGO, porque sin ti nada de esto tendría sentido alguno.
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