Héctor González Un par de milenios atrás el todopoderoso imperio romano expandió una inmensa red de caminos, compuesta por unas 400 vías diferentes y alrededor de 80.000 kilómetros de extensión, que enlazaba la capital con el resto del mundo colonizado. De ahí surgió la expresión “todos los caminos conducen a Roma”, que se ha ido bifurcando en el lenguaje coloquial con los verbos “llevan” o “acaban” y para indicar que no existe una única vía para solucionar muchas cuestiones, que es posible hallar opciones alternativas para lograr el mismo objetivo.
La misión de facilitar el acceso sigue vigente. También el concepto de epicentro o de meta. Si antes los caminos permitían movilizar tropas, expandir el comercio y viajar; ahora cumplen exactamente estos dos últimos cometidos. Sobre todo el de hacer posible el desplazamiento. En muchas ocasiones con la intención de ver, de curiosear, de disfrutar como turista.
Y aquí ya muchos de los principales caminos llevan a València. La moderna Ruta de la Seda, que busca recrear, desde una perspectiva más turística y cultural, y evocar la senda de la legendaria, que partía de China y luego se ramificaba, tiene su punto de encuentro en València. El legado sedero de la ciudad la hace acreedora a ese reconocimiento. En el siglo XVIII legó a contar con 3.000 telares.
La Lonja de la Seda, del XV, constituye todo un emblema de la pujanza secular valenciana. Y, ahora, el Instituto y el Museo de la Seda persiguen reivindicar ese potencial.
La ciudad también se ha posicionado en el internacional Camino de Santiago, con esa Ruta Jacobea Levantina que parte de la puerta de los apóstoles de la catedral. El Camino del Cid, más nacional, vincula dos de sus hitos a la capital autonómica. En concreto, la etapa 12, denominada La Conquista de València, y la 11, o Defensa del Sur. Y el trago más dulce podría saborearlo el Camino del Santo Grial. La primera peregrinación se inició el 31 de marzo de 2002. El itinerario parte de San Juan de la Peña, en Huesca, y concluye en la catedral de València, en la capilla del Santo Cáliz. El próximo 2020 comenzará el año jubilar de este camino, por lo que su capacidad de atracción se multiplicará. Su trascendencia, por la importancia de esa copa sagrada como destino final, puede superar el magnetismo de cualquier ruta diseñada hasta la fecha. Pocos objetos simbolizan tanto en el imaginario mundial. O como mínimo en el europeo.
Mientras, si no disponemos de tiempo o de energía para recorridos de esa extensión, podemos disfrutar de las rutas agrícolas desde València a l´Horta Nord, por la antigua vía Xurra; del paseo por la Albufera si viramos hacia el sur; del parque fluvial del Turia si nos orientamos hacia el oeste o del litoral y el puerto internacional, con destinos de mercancías a todo el mundo y cada vez más escala de cruceros, si caminamos hacia el este. Nos dirijamos hacia donde lo hagamos, la ciudad se sitúa como referencia. Porque todos los caminos llevan a València.
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