Héctor González Lo cojas por donde lo cojas, el mensaje que traslada es el
mismo: Valencia apenas ha mejorado en 2018. Incluso ha empeorado al
descontrolarse cuestiones como el patinete eléctrico, el botellón, las terrazas
hosteleras o los apartamentos turísticos. El balance que realiza la Federación
de Asociaciones de Vecinos de València resulta demoledor. El titular que lo
encabeza casi lo suaviza (“la Federación de Vecinos lamenta que los barrios con
problemas endémicos no han notado grandes mejoras en 2018”), a tenor del contundente
y argumentado contenido.
Los aspectos positivos de este balance se limitan a la
aprobación de la Zona Acústicamente Saturada (ZAS) del Carmen, a la apertura del
aparcamiento de la plaza de Brujas y a la puesta en servicio del 40% del Parque
Central. En lo que a hechos se refiere, ahí se queda si exceptuamos un tema
menos tangible como la condonación de la deuda de la Marina. En total los
citados aspectos positivos se resumen en tres párrafos de un balance que
contiene cinco páginas.
Por el contrario, en el lado de los aspectos negativos se
centran las otras cuatro páginas en las que la federación recoge el sentir de
las asociaciones de vecinos vinculadas. Es decir, traslada la opinión de los
diferentes vecindarios, del ciudadano de a pie. Problemas de inseguridad y
tráfico de drogas en el Cabanyal, Velluters o Malvarrosa, malos olores por el
cauce del Túria en Nazaret, abandono de solares en Torrefiel, Grao, Benicalap o
Fuensanta…
Y de los problemas concretos de barriada saltamos a los generales
de la ciudad. Entre ellos, la falta de regulación del patinete eléctrico. La
Federación –insisto, recoge el sentir de miles de vecinos- pide que ni estos
vehículos ni las bicicletas puedan circular por calles ni plazas peatonales y
que sus usuarios los lleven cogidos de la mano y andando hasta que empalmen con
carriles bici. Una solución lógica, excepto para el equipo de gobierno, que
sigue dando largas a este preocupante asunto.
Mientras, respecto al transporte público (EMT y Ferrocarrils
de la Generalitat) alertan de merma de servicio y recortes al mínimo periodo
festivo, además de falta de coordinación y retrasos. Y para complicar la vida
más al peatón, también se ha agravado el problema de las terrazas de hostelería
que, como recalca en su balance la federación vecinal valenciana, suponen una “invasión”,
al igual que el botellón o la proliferación de apartamentos turísticos, que
siguen en ebullición a pesar de existir una ordenanza que los limita.
El balance remata señalando la paradoja de la participación,
uno de los términos que más ha utilizado el actual equipo de gobierno (el de la
participación) para defender su gestión. La paradoja consiste en que, utilizando
los términos casi eufemísticos que señala la Federación, “deja mucho que desear”´
el denominado presupuesto participativo. Falta de acceso de gran parte de la
ciudadanía, inclusión de cuestiones que no responden a propuestas vecinales
sino a iniciativas del gobierno local, tramitación y ejecución de proyectos “excesivamente
lenta”…
El balance completo podría resumirse en una frase que contiene
y que refleja a las claras el sentir de gran parte de la ciudadanía: “para
transformar un barrio hace falta mucho más que construir un jardín o un carril
bici”, en alusión a la prioridad municipal, la de construir carriles bici.
Mientras, problemas más acuciantes como la inseguridad, los
ruidos y malos olores o la falta de una frecuencia adecuada para una metrópoli
del transporte público se mantienen o se agravan. La Federación de Asociación
de Vecinos de Valencia ha hecho la radiografía de cómo se encuentra la ciudad a
cuatro meses y medio de las elecciones locales. ¿Ha tomado nota el equipo de
gobierno?
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