Vicente Guillem
Antonio Llombart El 30% de las pacientes que se han curado de un cáncer de mama desarrollan patologías cardiovasculares, al multiplicar por 2 el riesgo que presenta la población general.
Lo analizamos con los jefes de Oncología del Instituto Valenciano de Oncología (IVO), Vicente Guillem, y del Arnau de Vilanova, Antonio Llombart.
Los problemas cardiovasculares pueden presentarse de forma precoz, producidos durante el tratamiento, o tardíos, más frecuentes en los niños, por sus mayores índices de supervivencia. ¿Y cuáles son?
Los enumera Vicente Guillem: hipertensión, alteraciones del ritmo cardíaco e insuficiencia cardíaca, que es la más grave y puede alcanzar una mortalidad de entre un 25 y un 30%.
La radioterapia, algunos fármacos suministrados durante la quimioterapia y la inmunoterapia pueden aumentar la posibilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares. El doctor Guillem comenta que “cuando se aplica radioterapia sobre el tórax, como en el caso de cáncer de mama o linfomas, el riesgo se duplica”.
Los efectos secundarios de la radioterapia se producen por daño directo en la zona donde se administra. Por ejemplo, cuando se irradia la mama izquierda pueden quedar afectados el pulmón y el corazón, advierte Antonio Llombart. Pero tranquiliza: “Ha mejorado mucho gracias al TAC de planificación previo al inicio del tratamiento que reduce los daños colaterales”.
La quimioterapia y la inmunoterapia son más tóxicos desde un punto de vista cardíaco sobre todo en la población infantil y en adultos de más de 65 años. La inmunoterapia, explica Guillem, “potencia las defensas del organismo pero a la vez inflama todos los órganos activos: ovarios, tiroides, intestino, pulmón o corazón y es posible que se produzcan enfermedades inflamatorias”.
¿Y cómo podemos actuar?
"El sedentarismo es el principal enemigo. Partimos de la base, recuerda Vicente Guillem, que las mujeres obesas tienen más predisposición a desarrollar un tumor en el pecho y, además, añade Antonio Llombart, suelen engordar entre 4 y 5 kilos durante el tratamiento, que resultan muy difíciles de quitar posteriormente. El ejercicio físico, siempre moderado, esconde la clave".
“Se hizo un estudio en Nueva Inglaterra entre 16.000 enfermeras que habían superado un cáncer de mama. A la mitad de ellas se les incorporó en un programa alimenticio para reducir el consumo de calorías de origen animal. Al cabo de cinco años se constató que el grupo en el que se había implantado esta educación nutricional pesaban 3 kilos de media menos pero no se observaron ningún efecto en el riesgo de recaída. Sin embargo, todas las pacientes que caminaban de forma rápida más de 3 horas semanales estaban entre un 7 y un 8% más protegidas ante la enfermedad al cabo de 5 años. Este fenómeno se certificó en los tumores hormonales, que representan el 70% del total de la mama”.
Por tanto, la actividad física, insiste el doctor Vicente Guillem, “aumenta la supervivencia y disminuye los efectos cardiovasculares”.
A la lucha contra la vida sedentaria hay que sumar una mayor concienciación e investigación para “determinar los mecanismos moleculares responsables de la cardiopatía”, según Guillem. De hecho, ya se están incorporando cardiólogos en el seguimiento de los tratamientos oncológicos, con unidades de cardiooncología en los grandes hospitales: “A los pacientes con quimioterapia se les puede medir un biomarcador (la troponina T) al inicio del tratamiento e ir controlando evolutivamente, para actuar inmediatamente si aumenta su valor”.
“La prevención y el diagnóstico y tratamientos precoces son fundamentales para evitar estas posibles complicaciones”, concluye Guillem.
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