Carlos Gil. Los
hospitales valencianos
cerrarán 3.000 camas durante este verano. No es un número más,
de tantos como
se nos dan en tantas estadísticas como se ponen a nuestro
alcance. Son 3.000 valencianos
enfermos que no podrán ser atendidos porque la cama en la que
tenían que ser
ingresados está cerrada por vacaciones.
El
tripartito llegó al Govern de
la Generalitat alegando una gran emergencia social en materias
tan sensibles
como la sanidad, la educación y los servicios sociales. Pero,
al parecer, una
vez se sentaron en el Palau, vieron que la emergencia no era
tal, o,
simplemente, se dieron cuenta de que eran incapaces de mejorar
lo que hasta ese
momento se venía haciendo.
La
gestión de los servicios sociales
que se realiza desde la Conselleria de la Vicepresidenta Oltra
es la más
caótica jamás conocida. Lejos de ver mejorar la situación
existente al inicio
de la legislatura, tanto residencias como dependencia han
visto agravarse sus
problemas con el paso del tiempo.
La
educación de Marzá se ha
centrado en el acoso y derribo a la escuela concertada, a
limitar el derecho de
los padres a elegir la educación de sus hijos y a generar un
conflicto lingüístico
que los valencianos teníamos dejado de lado desde hacía mucho
tiempo.
Y
la sanidad solo ha hecho que
empeorar la atención al ciudadano, generar gastos y conflictos
perfectamente evitables
con la reversión de la gestión privada y alargar hasta el
extremo las listas de
espera. Ni Montón, ni Barceló, han sido capaces de encontrar
un rumbo más o
menos lógico a una Conselleria que trabaja con un tema tan
sensible como es la
salud de los valencianos.
Al
tripartito (o bipartito con
socio mirón, o como quiera que se llame esto que nos gobierna)
el traje de la
gestión se le queda grande. Se han llenado tanto la boca
diciendo lo mal que se
hacía en las etapas en que ellos estaban en la oposición que
ahora basta con
recordarles todo aquello que proclamaban para destapar, una
por una, todas sus
vergüenzas.
Hasta
hace unas semanas, era un
problema de infrafinanciación. Madrid no transfería a la
Comunitat Valenciana
el dinero que correspondía y, con esto, era imposible hacer
una gestión
medianamente digna. Ahora, el Gobierno central ya no tiene
culpa de nada. La propuesta
de Ximo Puig de mantener las reivindicaciones sobre nuestra
financiación,
gobernase quien gobernase, ha quedado en agua de borrajas y no
se han vuelto a
mencionar desde que el flamante Pedro Sánchez dijo en el
Congreso que ahora no
era el momento.
Estamos
cerrados por vacaciones,
pero con unas vacaciones que comenzaron en junio de 2015.
Tenemos una
administración autonómica paralizada, donde la visceralidad
puede a la
racionalidad y donde la gestión siempre queda en un segundo
plano. 3.000
valencianos enfermos se van a quedar sin cama este verano en
nuestros
Hospitales y, los que aguanten, tendrán que esperar a otoño
para ser atendidos.
Pero ahora ya no gritan tanto, no porque pasó la emergencia.
Simplemente, porque
nunca llegó a existir tal y como ellos la contaron.
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