Pablo Marco Arocca Mi
nombre es Pablo, tengo veintidós años, vivo en Picanya (Valencia) y estoy
graduado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia. No, no soy
un deportista de élite precisamente, aunque comparto su pasión por el deporte y
todo lo relacionado con la práctica. No me veréis copando las portadas de
diarios deportivos, ni levantando copas del mundo, sin embargo, me gustaría
contar mi pequeña historia deportiva.
Mi
gusto por practicar deporte surgió hace relativamente poco, cuando descubrí las
artes marciales. Siempre había tenido curiosidad por aprender karate, boxeo, y
un largo etcétera de disciplinas; así pues, hace cuatro años decidí practicar
karate, concretamente, en la Universidad de Valencia, en el club Karate-do
Shotokai.
Fueron
inolvidables los años que estuve allí, puesto que tanto mis compañeros como el
sensei trabajaban para que hubiera buen ambiente grupal. Además, el “tatami”
es, sin duda, el más amplio en el que he tenido el placer de entrenar; de
hecho, nuestro sensei decía siempre: “estáis haciendo karate en uno de los
mejores tatamis de España”. Más claro, agua.
Si bien
era muy feliz allí, con el tiempo mi cuerpo me pedía algo nuevo: competir.
¿Cuál fue el problema? No podía hacerlo en mi estilo, porque el “Shotokai” no
tiene rama competitiva. Así pues, recomendado por un gran amigo karateka, me
marché a otro lugar, en concreto, a una de las escuelas de karate más
prestigiosas de Valencia: Karate Marce. Quería explorar un nuevo estilo (Shotokan),
para así hacer mi propio “karate” (lo cual hacen muchos grandes karatekas).
Mi
experiencia (aunque corta) fue muy satisfactoria, vi con mis propios ojos cómo
el prestigio del que goza el club es totalmente merecido, es curioso, pero noté
como mi karate mejoró mucho en los pocos meses que entrené allí. No obstante,
el cambio de aula se me hizo difícil de llevar al principio: pasé de estar en
un tatami enorme a uno mucho más pequeño.
A pesar de ello, al tratarse de un
“dojo” especializado en karate tenía muchos accesorios y, sobre todo, objetos
de entrenamiento individual (saco de boxeo, makiwara…), de los cuales carecía
el karate universitario, al tratarse de un aula de la universidad en la cual se
impartían distintas clases (y, por lo tanto, no incluían esos objetos).
Estaba
contento, sin embargo, debido a que me suponía aproximadamente una hora de
camino ir al dojo, muchos días no tenía ganas de ir, o sencillamente no podía
porque tenía trabajo que hacer (al fin y al cabo, estaba en mi último año de
carrera), así pues decidí dejar de ir durante un tiempo y continuar practicando
karate por mi cuenta, aparcando mi objetivo de competir hasta que pudiese tener
tiempo para entrenar de forma habitual y disciplinarme.
Pasada
una temporada y habiendo aclarado mis ideas, decidí probar otro arte marcial
que me atraía mucho desde mi adolescencia: el boxeo. Me ha parecido siempre un
deporte único: dos personas, una frente a otra, dándolo todo por vencer;
luchando contra otros, pero también contra ellos mismos, sus cuerpos, sus
mentes, el público…
Es una lástima que en la actualidad no tenga tanto renombre
(en España) como en el pasado; mi abuelo solía escuchar peleas de grandes
boxeadores como Joe Louis (entre otros) por la radio, en unos años que ya
pasaron, pero que él recordaba con nostalgia.
De modo
que éste pasado verano decidí ir al centro deportivo Unitres de Picanya, no con
la intención de competir (ni siquiera en boxeo “amateur”), sino de aprender a
defenderme, fortalecer mi cuerpo y saber más de este noble deporte. Desde un
principio vi que el gimnasio tiene instalaciones de gran calidad: espacio
amplio para la práctica del boxeo, zona de musculación, numerosos sacos, ring…
Además de una zona acolchada para clases de K-1, karate y demás disciplinas marciales.
Así
pues, desde el pasado verano he estado practicando boxeo en Picanya, y puedo
decir que se ha convertido en uno de mis deportes favoritos. Todavía me queda
mucho por mejorar, porque no es sencillo boxear bien (menos aún viniendo de
otra disciplina), por lo que trato de aprender lo máximo en los entrenamientos,
además de darle mucha importancia a mejorar mi físico, porque, obviamente,
ayuda sobremanera a hacer mejor los movimientos.
La mía
no es una historia de superación, ni la de un talento innato para la lucha que
quiere hacerse un hueco en lo más alto, solamente soy un chico normal que
quiere aprender distintas disciplinas y encontrar su estilo; y lo más
importante, mirar atrás y decir: ya no soy el que era ayer. Eso es lo principal
para saber que has evolucionado, no en tu físico, sino mentalmente, que es sin
duda a lo que más ayuda practicar artes marciales. Por eso me gustan tanto.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia