Raúl Castillo. Cuando
hablamos de desigualdad laboral, nos estamos refiriendo a un problema
de discriminación de género, en el que la mujer es, a todas luces,
la más afectada en el ámbito laboral por este motivo.
En
nuestro país, la mujer está a la cabeza del paro y lo que es peor,
sigue existiendo una clara brecha de género entre hombres y mujeres.
Como datos desalentadores, podemos destacar la dificultad de las
mujeres para acceder a puestos directivos de empresas, ocupando a
nivel mundial únicamente el 25% de dichos puestos de trabajo. En
España, la tasa de paro en hombres es del 17%, frente al 20% de
mujeres, pero es que, además, 1.2 millones de mujeres trabajadoras
en nuestro país, llevan a cabo su desempeño con contratos
parciales, lo que afecta directamente a una baja calidad del empleo y
a que ganen de media un 18,8% menos por hora que los hombres. Además,
las mujeres realizan muchas más horas laborales que los hombres,
aunque no se las paguen, ya que, en términos generales, se ocupan en
mayor grado que los hombres de las tareas domésticas.
Otro
de los aspectos lamentablemente destacables, es el vergonzante número
de casos de acoso laboral que sufren las mujeres, muy por encima del
que sufren los hombres. En este sentido, también es destacable el
desempeño de la mujer, en muchas ocasiones, de ocupaciones
relacionadas con los roles de género, situando a la ésta en puestos
de trabajo en los que se requiere menor esfuerzo físico y copando en
ocasiones casi la totalidad de puestos de trabajo relacionados con
empleos domésticos, tanto es así que cubren el 80% de estos empleos
a nivel mundial.
Por
si todo esto fuese poco, según datos del Instituto Nacional de
Estadística, el 15,2% de las mujeres ingresa solamente el salario
mínimo o incluso cifras menores, mientras que solo un 5,6% de los
hombres se encuentra en esta situación.
Todos
estos datos sobre las diferencias entre hombres y mujeres en el
ámbito laboral, conllevan a que las mujeres, a día de hoy, obtengan
puestos de trabajo más precarios y peor remunerados, por lo que el
colectivo femenino sigue siendo el más vulnerable y el que más
riesgo asume de encontrarse en situación de exclusión social.
Y
aunque en líneas generales, al menos en España, se están mejorando
las políticas en este sentido y se están consiguiendo resultados,
sigue siendo intolerable el ritmo al que se están tratando de
solucionar estas diferencias económicas y de calidad de empleo entre
hombres y mujeres. Cada persona, sin excusas, debe de contribuir,
dentro de nuestras posibilidades, a erradicar lo antes posible la
desigualdad laboral y la discriminación de la mujer.
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