Juan Dols Esto si que es deporte de riesgo, deporte extremo.
Ni Ironman, ni Maratón Des Sables, ni Spartan Race ni ostias. Lamentablemente
Red Bull no te ha patrocinado y esto no ha sido una prueba de resistencia… o
sí.
Imagino que tomas la salida con lo puesto, desde tu
casa, que caminas miles de kilómetros con frío o con calor, que corres en
ocasiones para escapar de lo que ves o de lo que no ves, que duermes a la intemperie
con un ojo abierto y comes una vez al día, con suerte, alguna cosa que te
engaña el estómago y que, tras infinitas etapas y cicatrices en tu piel y en tu
corazón, llegas a la meta en un punto indeterminado del Mediterráneo. O eso
creías.
Estás en el Aquarius, con 628 almas más, dicen que
de camino a Valencia, mi ciudad, una ciudad que hasta hace unas horas ni
siquiera sabías que existía. Atrás ha quedado multitud de gente que te acompañó
en alguna etapa del camino, perdida, violada, raptada, muerta. A la mayoría no
la conocías como tampoco conoces a las personas que ahora comparten tu destino
en el barco, pero no puedes evitar pensar que todas podrían ser tú y tú podrías
haber sido cualquiera de ellas, las que han llegado hasta aquí y las que no. Incluso
en un alarde de imaginación cruza por tu mente la peregrina idea que podrías
haber sido una de esas personas, blanca, de Médicos Sin Fronteras de haber
nacido al otro lado del mar, claro.
Viendo las últimas fotos que llegan a través de las
redes sociales me atrevo a suponer que además de una manta y un bocadillo, te
dan conversación y aunque parezca surrealista en estas circunstancias acabáis
hablando del Mundial de Rusia, de Messi y de Cristiano. En ese momento, algunos
de los 123 menores que han oído el nombre de sus ídolos, se acercan y sonríen,
animando a uno u otro, en su lengua o en francés o inglés. Por unos instantes
se han permitido olvidar todo menos la alegría que sentían al jugar en el
descampado de su pueblo, con aquel balón más remendado que sus zapatillas,
envidiando a ese que había conseguido una camiseta del Barça o del Madrid. ¿De
verdad vamos a España? Al saber que el país de Iniesta será, por fin, el puerto
de llegada decides que debería ser la próxima campeona. Ninguna de las seis
africanas, Egipto, Arabia Saudí, Marruecos, Senegal, Nigeria o Túnez van a
ganar, así que desde hoy, vas con La Roja.
Lo se. Es obsceno saber que mientras el salario
mínimo mensual en gran parte de esos mismos países no llega al centenar de
euros, se hayan vendido tres millones de camisetas de la selección de Nigeria a
70 euros cada una. O que Coca-Cola, propietaria entre otras marcas de Acuarius
(¡!), aporta más de 20 millones de euros al año a la FIFA como socio
preferente. O que el Telstar, balón oficial del Mundial valga 149,95 euros en
la web de Adidas. O que el ganador de la Copa se embolse 32 millones de euros.
A pesar de todo ello, porque
el fútbol es así,
quién sabe, fantaseo en que quizá dentro de unas semanas puedas ver en una gran
televisión la final del Mundial rodeado de otras personas que, como tú, le
piden a la vida poco más que estar con los amigos, viendo un partido y animando
a su equipo sabiendo que no han de temer a la fría oscuridad de la noche ni a
la cruda luz del día. Ójala puedas hacerlo en un bar de Ruzafa en lugar de en
el CIE de Zapadores. Ójala hubieras podido hacerlo en tu país.
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