Uno de los rincones del terror. EPDA La primera vez
que visté Krakow por motivos “diplomáticos”
fue un viaje tan intenso que me sorprendió y sedujo de tal
forma, que solo
podía contar maravillas del pueblo polaco. Era una agenda
apretada y con muchas
personas que atender, pero aun pude sacar tiempo para visitar
el maldito y
vergonzoso lugar que todos conocemos por Auschwitz, y lo
escribo con mucho
sentimiento, tengo la piel de gallina al escribir estas letras
y buscar las
fotos que adjunto.
Era una mañana
gris, fue la primera visita que programé y
además iba yo solo en un vehiculo y chofer que podía
acompañarme a hacer la
visita. Hablamos “chapurreando” el italiano, pues en polaco
era
imposible entendernos. El conductor polaco que conocía bien
aquellos caminos,
me llevó hasta un lugar que quedó un vagón de tren abandonado
en medio de un
campo y que seguía allí como un almanaque de alerta que a
nadie pasaba
inadvertido.
Por fin llegue a
la meta, día gris, nubes cercanas, viento
fresco de finales de agosto. Una guía en lengua española y
unos auriculares
eran los fieles acompañantes para seducirte en tan triste
visita. Todos hemos
visto películas, fotos y reportajes, más no voy a detallar
cada lugar recorrido,
cada huella pisada, cada lágrima derramada. Parece mentira que
en un lugar tan
grande y preparado para educar a militares, se convirtiera
hace 70 años en el
lugar mas horroroso que pueda recordar la historia de un
pueblo.
Allí se palpa el
pánico, se ve la desolación a causa del
expolio no solo personal, sino de la pérdida de la identidad
como seres
humanos, allí se palpa el robo a las personas nutrido de
engaño falseado. Allí
se ve la pequeñez humana, el cabello convertido en mantas, o
en pedazos de
jabón… las gafas de vista y los hierros para caminar los
tullidos,
convertidas en montones de ferrarla; allí le ves la cara a la
muerte en forma
de gases para esas traidoras cámaras, en hierros superpuestos
capaces de
ahorcar a las personas en cadena, en paredes falseadas para
que solo oyeran y
nadie viera como se ametrallaban a sus compañeros, amigos o
familias… allí
ves la muerte desnuda, sin ropa, cargada de hambre y miseria.
El horror me hace
revivir el sufrimiento de aquellos hombres,
mujeres y niños que despiadadamente sufrieron cuando mal
vivieron en aquel
campo de concentración. No hagan fotos nos decía una y otra
vez la guía…
el ojo humano es incapaz de retener tanto dolor. No te puedes
llevar contigo
esas celdas de castigo donde dormían de pie prensados los
hombres y mujeres
durante siete horas, para soportar la mañana siguiente
temperaturas tan frías
que superaban los veinte grados bajo cero.
¡Cuánto dolor!
¡Cuánto horror! De allí fui al segundo campo,
al que no tuvieron tiempo de volar y bombardear por entero y
que quedó tal
cual lo abandonaron, desde allí fui a Birkineau. Subí a la
blanca torre de
control, que está nada más entrar y desde allí se divisan
todos los
movimientos. Quedaban los barracones de madera donde dormían
por separado,
hombres, mujeres y gitanos con homosexuales. Al final las vías
del tren y las cámaras
de gas hundidas por los bombardeos.
En aquella torre
de control estaba una mujer de mediana edad,
con dos manojos de rosas, rojas y amarillas… yo la miraba de
perfil, no
me atreví a fotografiarla, aunque la imagen era impactante… su
mirada
perdida, el luto y el dolor reflejado en su cara ¿a quién
habría perdido en
aquellas verdes tierras llenas de césped…? Sus lágrimas
deslizadas por
la mejilla delataban el respeto, el sufrimiento, el no olvido
y el dolor…
allí quedarían esas rosas, como allí quedó parte de su
corazón. Aquel
sentimiento no era de aquella señora, no, aquel sentimiento de
repugnancia
mezclado con profunda solidaridad era de todos los que en el
mas entrañable
silencio, porque salía de nuestras entrañas, mirábamos con
rabia y vergüenza el
exterminio del horror nazi vivido en aquel holocausto.
No hablare del
espacio, no hablare de las vías del tren o de
los pasajeros, no hablaré de las distancias, ni hablaré de las
películas,
tampoco hablaré de los metros o dimensiones que ocupa ese
histórico lugar en
cuya entrada aun se puede leer en letras de hierro “el trabajo
os hará
libres”… solo hablaré para terminar que la única dimensión que
se
puede aplicar es la dimensión del amor con todos aquellos
hombres y mujeres que
lo perdieron todo, todo; todo lo dejaron en camino, pero lo
que más me duele es
como sufrieron la pérdida del derecho a la vida y con qué
valor se encontraron
con esa su muerte dolorosa y cruenta.
Jamás dejaron
entrar en ese espacio a ninguna productora de
cine para filmar ninguna película, solo consintieron que
Steven Spielberg en
1993 grabara la puerta de entrada para hacer la “Lista de
Schindler”… Jamás nadie podrá hacer en una película la crudeza
de
la historia vivida, jamás se podrá entender el dolor sufrido
en ese campo, por
mucha compasión que sintamos ninguno de nosotros podrá hacerse
cargo de esa
palma y corona eterna del martirio sufrido y ocasionado por
el roto y
degenerado corazón humano.
Acabo con la
letra de una canción de mis amigos de Huelva, de
Brotes de Olivo, que nos habla de la “NUEVA HUMANIDAD”…
posiblemente necesitemos una nueva humanidad para que jamás
se repita lo que
ocurrió hace hoy setenta años y seamos capaces de pedir perdón
a toda la
humanidad.
La nueva
humanidad la gestan hombres nuevos,
sin nuevos Nicodemo jamás existirá.
Podremos dar al
mundo palabras de consuelo,
más a los corazones nunca les llegarán.
El plan de
nuestro Dios irá a la deriva
por tiempo ilimitado que no tendrá final.
Recemos con el
alma al Padre de la vida
que envíe hombres nuevos que la hagan realidad.
¿Quiénes serán
esos hombres nuevos
que dicen con sus vidas que puede ser verdad?
¿Quiénes, de
aquí, comienzan la tarea
de hacer de todo el mundo la nueva humanidad?
La nueva
humanidad nos trae de Dios, justicia,
su celo y su perdón, su amor y su verdad.
En tanto éstos
no existan, no llegará la vida
que trae el Padrenuestro y su fraternidad.
La vida que soñó
el Padre de la vida
la buscarán los hombres y no la encontrarán.
Y en vez de
disfrutarla, ¡siempre estará perdida,
y Dios, como fiel Padre, sufriendo esperará!
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