De
todas las noticias que me ha brindado la televisión últimamente, la
que más me impactó fue la que pudimos ver todos con motivo de las
manifestaciones en la ciudad de Charlottesville, en el estado de
Virginia. Virginia fue uno de los estados confederados durante la
Guerra de Secesión Norteamericana. Guerra que, por lo visto, aún no
ha terminado de desarrollarse en toda su dimensión, a pesar de los
aproximadamente 750.000 muertos que hubo y de haber pasado ya 150
años en que se diera fin al conflicto. Lo que significa que las
guerras entre hermanos puede que nunca restañen del todo. Es el odio
que queda latente en el trashoguero de tantas familias. Eso odio
fratricida que nunca perdona. Lo mismo que ocurre entre hermanos de
una misma madre; mezcla de envidias y enfrentamientos fraguados año
tras año. Y dentro de esta noticia, la imagen que aún no he podido
olvidar es la de un manifestante escupiendo y pateando la estatua al
soldado confederado.
Las
manifestaciones masivas, me recuerdan esa frase de Bertrand Rusell
cuando nos señalaba que “en tiempos de pre-guerra, son
las grandes concentraciones las principales responsables de la
hiperexcitación emocional colectiva”, esperemos que no se
cumplan en esta ocasión, pero advirtamos que Rusell no hace
distinción entre bandos.
No
existen buenos o malos en estos casos, pues hasta la manifestación
más inocente, la que encierra una sencilla protesta, que tiene todo
el derecho a ser expresada, implica una postura de desafío y
enfrentamiento hacia quien no defiende el mismo punto de vista. Hay
en la naturaleza humana ciertas actitudes atávicas que destapan la
cubierta de nuestros instintos más irracionales, esos que están
ahí, latentes, aguardando el momento oportuno para saltar afuera.
Esa actitud que abre la espita de los instintos y predispone al
enfrentamiento, está siempre presente en el individuo cuando se
transforma en masa. Es un hecho que esa masa, busca, puede que de
forma inconsciente, una reacción y ¿qué puede esperarse cuando dos
muchedumbres de distinto signo se enfrentan? Lo que pasó en
Charlottesville es lo mismo que ha seguido pasando en otras ciudades
estadounidenses y es lo mismo que sucede y seguirá sucediendo en
todas las manifestaciones, se hagan en Venezuela, en la India, en
Brasil, en Israel, en Francia o en España. Éstas significan un
choque entre dos ideologías, dos sensibilidades, y no vale echar las
culpas a unos o a otros, todos tienen su ración de culpabilidad,
aunque en Charlottesville hubo una provocación previa. Según yo lo
veo, no existen manifestaciones pacíficas, eso es una falacia
disfrazada de buenismo. El individuo convertido en masa se convierte
en el ser más irracional y peligroso de la creación. Ahí están
esas imágenes de Charlottesville o, sin ir más lejos, las últimas
que estamos viendo en Barcelona.
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