Mónica Caparrós. Las
contradicciones forman parte de la vida. Las contradicciones en
política, también. Asumirlas y entender que tendremos que lidiar
con ellas es, quizás, un paso más. Asumimos que no podemos hacer la
revolución desde las instituciones (de momento), pero que, hoy en
día, es necesario estar para intentar paliar, desde dentro, las
políticas liberales y arcaicas que intentan imponernos. Desde esta
contradicción y pese a ella, día a día intentamos que la
coherencia y los objetivos marcados desde nuestro partido nos
acompañen en la toma de decisiones.
Incómodos,
desobedientes, maleducados, pro etarras… hemos oído de todo.
Supongo que ese es el precio a pagar cuando, evitando captar
cualquier bolsa de votos que no tiene nada que ver con nosotras,
huimos de las decisiones populistas para asumir que nuestra política
está enfocada a muchas pequeñas minorías que, definitivamente,
conforman la clase trabajadora y, en definitiva, la sociedad. Caer en
la tibieza en la que se ha trasformado la política deja un discurso
pobre que tiende a la dicotomía y carece de matices.
Sabemos
que no siempre gustamos, pero no vinimos aquí a complacer a base de
renuncias, vinimos a escuchar y a defender orgullosas y sin complejos
un ideario que va mucho más allá de nosotras mismas.
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