Risto Mejide y Jordi Évole // Foto Mediaset /Atresmedia.
Hubo
una vez que Cuatro triunfaba en audiencias. Programas como Channel nº
4, Supermodelo, Password, Fama ¡a bailar!, Noche Hache, Callejeros o
El Hormiguero introdujeron otra forma de hacer televisión. Series
como House o Perdidos se convertían en auténticos fenómenos de
audiencia. Y llegó su incorporación a Mediaset y el
desmantelamiento fue brutal. Las audiencias cayeron, los
presentadores de Cuatro y T5 se mezclaron y la cadena terminó
perdiendo su identidad y, con ello, su audiencia. De aquella época,
apenas quedan supervivientes. Un Cuarto Milenio en continuo estado de
gracia y una Luján Argüelles como el rostro más carismático de la
cadena del puntito rojo. A su vez, la Sexta -a la que le costó
arrancar- se aprovechaba de la incipiente crisis económica, esa que
Zapatero negaba, y se convertía en la tele de la crisis. Y desde ahí
hasta su radicalización actual. Y es que si estás deprimido o
deprimida de la situación actual y no quieres oír, aunque solo sea
por un día, nada relacionado con la crisis o la corrupción política
del país mejor que no veas la Sexta.
Con
pocos aciertos durante el daytime y confiando en los buenos
resultados de pocos formatos en el horario estelar como Granjero
busca esposa o ¿Quién quiere casarse con mi hijo? -dando alas a
personajes incluso frikis (no todos)- , Cuatro solo llegaba a marcar
catastróficas medias diarias. Y la Sexta seguía subiendo
construyendo una marca bien reconocida entre el espectador y el
anunciante: programas de contenido político y formatos de humor made
in Globomedia. Poco a poco, la cadena verde se colocó prácticamente
de forma perenne delante de la roja en las audiencias mensuales, y
eso que llegó a ser más roja que la propia roja, incluso algunos la
han llegado a nombrar “la cadena de la crisis”. ¿Hubiera tenido
el mismo éxito o tendría el mismo éxito la Sexta si España no
tuviera este contexto económico-político? Probablemente no.
¿Y
qué hacer cuando necesitas puntos de share? Fijarse en el enemigo.
Las mañanas de Cuatro se convirtió al radicalismo. Pasó de ser un
magazine amable a emular e incluso coincidir en horario con la
sorpresa de las mañanas de la Sexta, Al rojo vivo. Cintora, con el
fichaje de Pablo Iglesias, ha llegado a robarle el liderazgo matinal
de las tertulias políticas a Ferreras emulando su propia fórmula.
Otro ejemplo es el caso de Salvados. Auténtico fenómeno social en
el campo de la denuncia televisiva. Nunca antes las entrevistas a
políticos y personajes relevantes habían tenido tanta repercusión
como ahora y todo ello con, como no, la crisis como telón de fondo.
Jordi Évole triunfa en audiencias y premios, ¿qué hacer? Meter a
otro concienzudo e incisivo comunicador y, de paso, aprovechar
también su día de emisión. Viajando con Chester y Risto Mejide,
aunque lejos de las audiencias de Évole, han logrado lo que se llama
marca de cadena.
¿Y
qué sería de las hermanas pequeñas de las cadenas sin un programa
de humor? La Sexta ha tenido muchos, desde “Sé lo que hicisteis”
hasta el actual “Zapeando”. Pues nosotros también, debieron
pensar en Cuatro. Todo va bien responde más a un formato de
Globomedia para la cadena verde que de Cuatro. Ahora, las lenguas
viperinas, insinúan que Cuatro mandará a este programa a las
sobremesas a luchar en el mismo horario contra el programa de Frank
Blanco. Otra casualidad más. Pero la lista continúa. Que si la
sexta tiene un programa de Policias (Policias en acción) que
triunfa, Cuatro hace lo propio incluso hasta con un formato y
locución similar, etc etc… Y es que en la tele, si algo funciona
¿por qué no inspirarse en él? Que se lo digan a Cuatro.
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