Loreto Ochando. FOTO EPDA La masacre del semanario satírico Charlie Hebdo en París ha sacado a relucir lo mejor de la sociedad no solo francesa sino mundial. Las muestras de apoyo, los ‘je suis Charlie’ y los lápices en alto han llenado las calles, los medios de comunicación y las redes sociales en nombre de la libertad de expresión y en contra del terrorismo pero, una vez superado el trauma inicial, yo me pregunto qué vamos a hacer.
Me da mucho miedo que su muerte por la libertad de expresión acarree como consecuencia la pérdida de derechos de los ciudadanos. No podemos olvidar que tras el 11S y, con la seguridad nacional como bandera, el gobierno Bush aprobó una serie de leyes que atentaban directamente contra los derechos humanos. Guantánamo, las detenciones sin cargos y sin juicio, así como las torturas sistemáticas son buen ejemplo de lo anterior.
Ahora, 14 años después, escuchamos discursos absolutamente racistas y demenciales como el de Marine Le Pen que pide la suspensión inmediata del tratado de Schengen, o lo que es lo mismo, la suspensión inmediata de la Europa sin fronteras interiores articulada en el espacio de Schengen. Está claro que a Le Pen nadie le hace demasiado caso, pero sí he escuchado que no es que haya que suspenderlo pero sí revisarlo.
Seamos serios señores, el atentado de París ha sido perpetrado por franceses. Sí señores, tres terroristas nacidos y criados en la cuna de la libertad. Quizás lo que debemos hacer es ver en qué hemos fallado para que tres jóvenes se hayan radicalizado de semejante forma, más que imponer leyes mordazas o que atenten contra las libertades individuales.
Me da mucho miedo escuchar a la gente hablar de represión pero no de integración, una integración que evita la formación de guetos, el hundimiento económico de las familias y los focos de radicalización. Me da pánico oír hablar de escuchas sin autorización judicial en nombre de mi libertad. Pero lo que más miedo me da de todo es que no oigo a aquellos que legislan hablar de educación. Esa educación que tiene una importancia capital cuando de lo que hablamos es que los jóvenes que se radicalizan son inmigrantes de segunda y tercera generación, es decir, que son tan europeos como ustedes y como yo. Ningún trabajador de Charlie Hebdo aceptaría la pérdida de libertades. Eso mancilla sus muertes.
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