Salvador Murgui. FOTO EPDA Ese es el desayuno, la merienda y la cena que estamos degustando
desde el segundo día del año en todos o casi todos los medios de
comunicación. No me sorprende el hecho de que se publicite de forma
magna y espectacular este desagradable hecho. El hecho de por sí ya es
una mala noticia con ese tinte de dolor, tristeza y rabia, pero para
el contemplador externo, aun sumido en la compasión indolente de un
acontecimiento lejano a su persona, no deja de ser una noticia más.
Y perdónenme que sea así de cruel. Es un pensamiento que embarga mi
mente, y la embarga de forma dolorida y austera, austera por la gravedad
del asunto y la importancia que la sociedad le damos a lo ocurrido.
Estamos ante una muerte provocada, ante un crimen esa acción voluntaria
de herir gravemente o asesinar a alguien, y lo que es peor de jactarse
de hacerlo, o de dar clases magistrales en un bar, seguramente próximo a
donde está escondido el cadáver, de cómo deshacerse del “cuerpo del
delito” y nunca mejor dicho, para que nadie se entere. ¡Qué frialdad de
pensamiento!
Y a cada momento, las televisiones, las noticias, las redes, la
prensa, nos van dando infinidad de detalles, que dicho sea de paso a
nadie nos importan, y que acaban convirtiendo esa tragedia, con una
noticia muy bien administrada para subir los ratios de audiencia, o
profundizar en catastróficos detalles que solo ayudan a aumentar el
morbo y las enseñanzas para educar a quien tiene instintos de maldad.
En octubre del año 2016, también pudimos leer una noticia del mismo
calado y trasfondo ocurrida en la Comunidad Valenciana: “El detenido por
matar a la chica de Chella confiesa y declara que fue accidental. La
Guardia Civil arresta al presunto homicida, un amigo de 21 años de
Vanessa Ferrer, e investiga si también agredió sexualmente a la menor.”
Otra trágica noticia, hace poco más de un año… con el tiempo se borró
de nuestra memoria y dejó de ser noticia, para dar paso a otras noticias
de otra o más relevancia.
Pero recuerdo aquel día triste, los telediarios, abrieron su emisión
con imágenes de esta noticia, y me impactó como se administró el
protocolo de la misma. Una chica, casi una niña que se fue de fiesta y
andó en ese camino sin retorno en dirección de la casa de su ex, y
allí según las confesiones, “se les fue la cosa de las manos…” y ella acabó asesinada, muerta, allí acabó su vida. Escalofriante resumen.
Las primeras imágenes es cuando llega el furgón fúnebre a la puerta
de la iglesia de Chella, y ¿Cuál es la reacción de los allí congregados?
Nada más y nada menos, que arrancar en un aplauso. Si en un aplauso. ¿A
quién aplauden? Me preguntaba yo en mi interior, y con gran
indignación, ¿a la muerta, asesinada? ¿al criminal? ¿a la destrozada
familia?¿ Alguno de los presentes era consciente para que sirven los
aplausos?
Un aplauso (del latín applaudere) es la expresión de
aprobación mediante palmadas, para crear ruido. ¿Qué ruido hacemos
delante de un muerto? El muerto necesita descansar en paz, en esa paz
que en su vida, seguramente no encontró o le arrebataron. El muerto,
para un cristiano, para un creyente, necesita oraciones, necesita
hacerse presente en “la comunión de los santos” y sobre todo necesita un
respeto. El mismo respeto que en ese momento necesita la familia, los
allegados, las personas que aman a ese ser querido al que están
despidiendo con dolor… pero estamos en una sociedad tan súper
contemporánea, que hay cosas que se nos pasan de largo, y otras las
arreglamos con aplausos.
Ayer encontraron sin vida el cuerpo sin vida de Diana Quer , no
quiero aplausos, no quiero oír las “lamentables” declaraciones de una
madre traspasada por el dolor de tener que recriminar las acciones de su
hijo, una madre que taladrada de espanto, pide un perdón suplicante,
seguramente por una acción que jamás hubiera querido ni para ella, ni
para nadie de su cercana familia. Por último tampoco quiero pisar la
raya de lo íntimo, de lo profundo, de lo acervo que supone para unos
padres, enterarse que su hija ya ha aparecido muerta, y que todos,
estén pendientes de los detalles del cómo y porqué. Que actúe la
Justicia con sus medios.
Yo quiero estar informado, yo quiero saber todo lo que me toca saber,
pero yo quiero una sociedad respetuosa, una sociedad libre, un mundo
que sea capaz de engendrar esperanza, no resentimientos viviendo
aconsejados de actuaciones cargadas de sin razones y odios, que solo
ayudan a que vivamos momentos de desolación y amargura.
Mal inicio del año. Malas noticias para sendas familias, dolor para
la familia del culpable, aunque de forma genuina, también anuncia ya la
prensa el día de su libertad. Para la familia de Diana es tremendo el
dolor provocado y a partir de este momento se hace innecesaria la
prolongación del mismo porque les va a provocar un terrible sufrimiento.
Solo el tiempo, el silencio, el respeto, serán capaces de aliviar esos
sentimientos que nada ni nadie puede definir, porque cada persona lo
sufre y lo vive a su manera.
Solo hay una palabra capaz de abrazar el alma en tan duros momentos,
esa palabra tiene por nombre respeto, y en muchas ocasiones su apellido
es el silencio, y lo más grande, tiene que ir envuelta en esa capa
mágica que se llama AMOR, amor del que tanto se adolece en estos
momentos, porque solo la falta de amor, justifica lo que jamás se puede
justificar.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia