Rafael Escrig.
Rafael Escrig.
Rafael Escrig.
He
escogido este título porque, obviamente, el artículo que sigue
trata de ello, del vivir, y también porque me lleva a recordar la
obra de dos autores a los que he admirado siempre: Joan Maragall y
Gabriel Miró. Ambos, con su fina sensibilidad, nos hicieron amar la
vida en sus versos y en sus relatos. La vida vista a través de una
mirada escrupulosa e inteligente que observaba con sabiduría todos
los recovecos de la naturaleza humana, como una forma de sentir y de
amar esa vida intensamente, apasionadamente. Pero empecemos
ya. +
Hoy
he visto a mi amigo Miguel. No nos vemos muy a menudo a pesar de que
vivimos cerca pero, ya se sabe, el trabajo, la familia y el día a
día mandan y van conduciendo a las personas por caminos a veces tan
divergentes que resulta difícil encontrarse, viviendo incluso en la
misma calle. Pero no es esto lo que quería yo decirles. Mi amigo
Miguel es una de esas personas de pocas palabras pero, las que dice,
parece que han sido meditadas largamente. Ideas reposadas por la
experiencia y por los años, que son los que suelen darnos la
sabiduría. Sobre todo a aquellos que no han hecho dejación de su
capacidad intelectiva. Los que piensan y reflexionan sobre las cosas.
Los filósofos, podríamos decir.
-La
felicidad está en saber disfrutar de esas pequeñas cosas que nos
ofrece cada mañana: una sonrisa, un saludo, cruzar unas palabras con
alguien conocido. ¡Qué bonita es la vida!- me dijo poco antes
de despedirse. Qué difícil resulta oír estas palabras actualmente,
en que la crispación, el egoísmo y las actitudes antisociales son
la constante diaria. Parece que hemos tomado por buena la actitud de
negar la bondad de las cosas que nos rodean. Todo lo vemos negativo y
nos olvidamos de las cosas buenas, las obviamos. Parecemos un diario
de noticias fatales. Qué bonita es la vida, digo yo también muchas
veces en voz baja. Lo digo mientras observo a mí alrededor todo lo
que se nos ofrece sin pedir nada a cambio. Todo eso que siendo gratis
es precisamente lo más valioso: el aire, la luz, las plantas, los
sonidos, todas las sensaciones que alientan nuestros sentidos, la
gente con la que podemos hablar y relacionarnos, porque la vida es
eso, y vivir es disfrutar de ello a cada instante. La vida no nos es
dada como algo ya hecho, dijo Ortega, el filósofo de la “razón
vital”, sino que hemos de ir haciéndola nosotros, al tiempo que
vivimos, tomando decisiones a cada instante. Eso no es necesariamente
negativo. Eso es el vivir, y entre todas las posibilidades que
tenemos a nuestro alcance, entre todas las opciones, la mejor
elección puede que sea la de decirnos cada mañana: ¡Qué bonita es
la vida! Y añado yo, y qué valiente resulta sincerarse diciéndolo
en voz alta.
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