Si hay algo que caracteriza a El Puerto son Las Fallas. Parece que siempre han estado ahí, y es que ya son muchos años a nuestro lado formando parte de nuestra idiosincrasia, de nuestra cultura y de nuestra vida. Y son tantos recuerdos los que nos envuelven a los porteños relacionados con el mundo fallero que es muy difícil referirnos a nuestra infancia sin tenerlas presente.
Recuerdo de niño la ilusión que me hacía pasear por las Fallas de El Puerto tirando petardos con la familia y amigos, comiéndome una manzana de caramelo o un algodón de azúcar y esperando a que llegara la noche para disfrutar de la orquesta.
Y sí, yo también fui fallero de pequeño. Más concretamente de la falla Teodoro Llorente; con mis padres, mi primo César y mis tíos. Mi tío Máximo, que en paz descanse, fue una de las personas que más colaboraron.
Hay que reconocer la labor tan importante que hacen los/as falleros/as porteños/as para que los vecinos podamos disfrutar de estas fiestas declaradas de interés turístico nacional.Y desde aquí quiero agradecérselo. También he de aclarar que no a todo el mundo le gustan las Fallas, y más, si te la ponen en tu puerta, con los inconvenientes que lleva acarreados de ruidos, cortes de calle, petardos, que impiden que puedas descansar, teniendo como tienen algunos que madrugar para trabajar. Por eso, es importante buscar el equilibrio para el disfrute de todos. Siempre desde el respeto y el diálogo.
Barrio de mis abuelos
Tengo muy buenos recuerdos de la “Falla Eduardo Merello” porque era la del barrio de mis abuelos y de la desaparecida “Falla del cura”. Sí, la “Falla del cura”. La falla donde nos juntábamos toda la juventud y disfrutábamos de las actividades que preparaban. ¡Cómo la echo de
menos!
Pero todas las Fallas de El Puerto son igual de importantes porque forman parte de nuestra vida. Y siempre
visitamos todas, tan fantásticas y espléndidas.
Y han pasado rápido, muy rápido. Pero sigue siendo como siempre. Grupos de amigos, de familias, de parejas, paseando por las calles. Ruido de petardos, de charangas, de pasacalles. Olor a churros y buñuelos con chocolate. De primeros amores escondidos. Pero sobre todo de niños, de muchos niños en sus calles. El Puerto estaba hermoso en Fallas, coqueteando con sus monumentos y contándose secretos. Secretos de libertad, de respeto y de derecho a ser un pueblo.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia