Calzado plano. EPDA
Andar calzado con un zapato plano sin casi
suela no es nada recomendable. En primer
lugar, porque una suela muy fina obliga a nuestro pie a absorber los impactos
contra el suelo directamente. Es el caso de de las típicas bailarinas o
manoletinas, carentes de amortiguación, y muy comunes en niñas y adolescentes.
Además, no ofrecen un buen apoyo para el arco del pie ni para el talón.
Como explica la podóloga Estefanía Soriano, vicepresidenta
del Colegio de Podólogos de la Comunidad Valenciana, “el calzado excesivamente
plano hace sufrir al sistema aquíleo-calcáneo-plantar, el encargado de realizar
el primer movimiento del paso. Cada vez
que el talón entra en contacto contra el suelo, nuestro tobillo se flexiona
gracias a la tensión del tendón de Aquiles. Si llevamos un calzado
excesivamente plano, la tensión del Aquiles tiene que ser mayor para poder dar
lugar a esa flexión. ¿Consecuencia? Que el hueso del talón (el calcáneo) y la
fascia plantar recibirán mayor tensión. Y
esto puede dar lugar a la temida fascitis plantar (dolor en la planta del pie),
muy frecuente en verano, cuando se abusa de las chanclas”. Incluso puede derivar
en dolor en los músculos de la pantorrilla, problemas en los tobillos, la
espalda y cadera, e interferir en la postura en general.
No nos dejemos llevar por modas perjudiciales ni por una
falsa sensación de comodidad. Al igual que un calzado con mucho tacón es perjudicial,
también lo opuesto. ¿Cuántas veces hemos escogido un zapato plano para caminar
durante horas “porque iremos más cómodos” y hemos acabado el día con un fuerte
dolor de pies? Lo recomendable -tanto en hombres como en mujeres- es utilizar
un calzado con un tacón de 4cm, con buena amortiguación, para que el pie pueda
trabajar sin sobreesfuerzo en la marcha habitual.
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