Raúl Castillo. Cuenta
la fábula que un día, un escorpión le pidió a una rana que le
ayudara a cruzar un rio, prometiéndole que no le haría ningún
daño. Aunque la rana no se fiaba, el escorpión la convenció con el
argumento de que si de camino a la otra orilla le picaba, ambos
morirían ahogados. La rana accedió y dejó que el escorpión se le
subiera a la espalda, pero cuando estaban a mitad de trayecto, el
escorpión picó a la rana.
La
rana, incrédula por lo que acababa de pasar, le preguntó, “¿por
qué lo has hecho?, ahora moriremos los dos", ante lo que el
escorpión respondió: "no he tenido elección, es mi
naturaleza".
Sorprenderse
a estas alturas porque a ocho meses de las elecciones municipales y
autonómicas, los socios de gobierno se empiecen a clavar aguijones
envenenados, sería un tanto ingenuo ¿verdad?, tanto como
sorprenderse porque en fallas llueva o en julio haga calor.
En
el último pleno de la corporación celebrado, tuvimos que asistir a
un espectáculo bochornoso de reproches, insultos y acusaciones entre
el Alcalde y el portavoz de Esquerra Unida, que desembocó en una
batalla cruzada a la que se sumaron el portavoz de ADN Morvedre y la
número dos del partido comunista.
De
todo aquel espectáculo dantesco, además de poner injustificadamente
en tela de juicio la profesionalidad y honorabilidad del Secretario
General del Ayuntamiento, los damnificados fueron los de siempre, los
ciudadanos y ciudadanas de nuestro municipio, ya que aunque esa
ruptura de confianza y falta de lealtad entre ellos, pudiera parecer
favorable electoralmente para los partidos de la oposición, en
realidad no es una buena noticia para nadie.
No
lo es, porque todavía quedan mucho meses por delante de gestión de
un Ayuntamiento que ya de por sí es complicado dirigir, y no lo es
porque todas las desavenencias que existan dentro del equipo de
gobierno se pueden convertir en problemas que en la próxima
legislatura haya que solucionar.
Una
vez más pido responsabilidad, se puede hacer política defendiendo a
ultranza tus ideales pero sin imposiciones y sin sectarismo, se puede
señalar, criticar y fiscalizar con dureza la gestión del rival
político pero desde el respeto y la educación. Se trata de hacer
política sana y transparente, no esa que tratamos de desterrar de
una vez por todas de nuestras instituciones y que en demasiadas
ocasiones todavía sigue oliendo a estiércol.
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