Jaime García.
Algunos
pensaron que el presidente Zapatero no tenía muy claro lo que
quería. Nada más falso. Zapatero sabía, desde el principio, lo que
deseaba. Basta leer lo que manifestó en el 37 congreso del
PSOE: “El cambio que invocamos va más allá de una mera
alternancia en el gobierno”. ¿Cuál era ese cambio?...
“Transformar la sociedad española a imagen y semejanza del PSOE”.
Tengamos en cuenta que su proyecto no fué ajustar y resolver
los problemas económicos, sino controlar la enseñanza y la
cultura, desarticular a la Iglesia Católica, cambiar el
concepto tradicional de la familia, la memoria histórica, imponer el
relativismo, el aborto, el laicismo y el feminismo radical y
totalitario… Ese fué su gran proyecto ideológico, proyecto
que ocultó bajo el terciopelo de palabras sugestivas de
progreso, tolerancia y democracia. Zapatero pretendía desandar
los caminos de nuestra historia. No era ni mucho menos un ignorante.
En ese mismo congreso del 37 nos dijo: “los socialistas sabemos
desde hace mucho tiempo, desde hace más de un siglo, que… la
fuerza que conduce y arrastra al mundo… es la fuerza de las ideas”.
Y añadió “no nos vamos a frenar, vamos a pisar el acelerador del
cambio, vamos a seguir impulsando nuestro proyecto con ánimo,
con ideas, con fuerza y con coherencia”.
Ese
fue su objetivo: Darle un buen revolcón a España, alterar y
sustituir sus valores y creencias. Gobernar fué para Zapatero el
instrumento que le permitía transformar cultural e
ideológicamente la sociedad; controlar los medios informativos;
condicionar la opinión pública y afirmar que el pensamiento
políticamente correcto sólo es el pensamiento de la izquierda.
Es la doctrina que Stanley G. Payne definió como “la izquierda
cañí”. Es la idea republicana que afirma que sólo y únicamente
los valores de la izquierda son los correctos y válidos y que hay
que defenderlos por las buenas o por las malas.
Las
políticas de Felipe González y de Zapatero fueron muy distintas. El
objetivo de Zapatero fue reconvertir España y meter la ideología
socialista en sus huesos. Luchó por ofrecer una idea del hombre
radicalmente diferente a la que habíamos conocido. Su concepción
antropológica se concreta en dos principios: Laicismo, como norma de
comportamiento social, retirando de la vida pública símbolos
religiosos, y el relativismo moral. No existen principios morales
estables y objetivos. Los principios morales provienen del
Estado, quien puede cambiar lo que es el matrimonio, lo que es
la vida y la muerte y lo que entendemos por Dios. Es el Estado quien
decide la verdad del mundo moral y es el autor de nuestros
derechos. Zapatero cuestionó políticamente la transición española
y fue partidario de la ruptura, que no de la reforma. Según él el
hombre carece de atributos eternos, la familia es algo nuevo y
artificial; el matrimonio es un cajón de sastre, aparecen nuevos
progenitores y el sexo se convierte en una obsesión. Su objetivo
es la destrucción de los valores que han conformado desde siglos
nuestra sociedad, valores a los que llama “mitos ideológicos”.
Según él hay que retornar al pensamiento republicano, remover las
costras de la guerra civil y odios religiosos. Hay que preparar una
segunda transición. Todas estas ideas aparecen en sus
“Conversaciones”, libro escrito por Suso de Toro titulado
Madera de Zapatero. Retrato de un presidente. Allí afirma que
su objetivo es subvertir España, borrar su identidad social
histórica y transformarla cultural e ideológicamente. Hay que
ofrecer un hombre nuevo y deshacerse del viejo. El hombre no es
portador de derechos. Es el Estado quien los define y determina.
El hombre es un mero producto del mercado político. Si conviene
cambiar el matrimonio, negar a Dios, apoderarse de la educación y de
la cultura… se hace y en paz. La ley está por encima de la mayoría
de votos y, por tanto, procede del Estado. A Suso de Toro le
manifestó: “En este país ha habido demasiados momentos
históricos en el que se ha querido, y demasiada gente que
quiere todavía, legislar la moral del país. Y el único orden que
debemos establecer es el orden que da libertad a todos, no el que da
la libertad a cada uno. Es la libertad que nos hace verdaderos. No es
la verdad la que nos hace libres”.
Estos
días el PSOE ha elegido a su Secretario General. España entera se
pregunta ¿cuál será su posición política…? ¿Seguirá los
pasos del Presidente Zapatero, o más bien los de Felipe González.
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