Rafa Escrig.
Las noticias deben darse a
conocer de manera oportuna, concisa y sobretodo exacta. Sin
distorsiones, sin intencionalidad y sin ideología. Por su parte, el
periodista ha de ser honesto y a veces periodismo y honestidad parece
que están reñidos. Vean este caso:
El director del periódico
mandó a uno de sus periodistas a Burdeos, para cubrir la noticia de
la ejecución de un reo por un caso de asesinato muy discutido. Ésta
se llevaría a cabo el jueves siguiente a las seis de la mañana. El
periodista salió un par de días antes para conocer la opinión de
los bordeleses. El periodista era aficionado a la cocaína y llevaba
encima un pequeño estuche de metal con el polvo blanco. La noche
anterior a la ejecución había consumido una porción de aquellos
polvos y cayó sobre la cama de su habitación sin desvestirse, miró
el plafón luminoso del techo y vio unos hilos de luz fosforescente
que dibujaban un arcoíris metálico a su alrededor, mientras unas
abultadas nubes color de rosa lo llevaban ingrávido, sobre un enorme
cojín multicolor cubierto de pieles de un blanco níveo y cegador.
Cuando pudo darse cuenta de los golpes que daban sobre la puerta de
su habitación, se levantó tambaleante y fue a abrir. -¿Qué
ocurre?- le dijo al empleado del hotel. –Señor, ya son las diez.
El periodista se frotó los
ojos y cerró la puerta farfullando una disculpa sin apenas voz.
Tenía que haber estado en la Plaza Gambetta antes de las seis para
asistir a la ejecución. La crónica estaba perdida. ¿Qué hacer? Se
asomó a la ventana de la habitación, las ruedas de los coches, al
pasar sobre el asfalto, hacían un ruido a seda rota que a él le
sugirió la cuchilla de la guillotina al seccionar la cabeza del reo.
De repente, volvió en sí, se sentó ante la mesa, cogió papel y
pluma y se puso a escribir. A los veinte minutos había terminado la
crónica. Fue al teléfono y dictó a su periódico la ejecución del
reo con todo lujo de detalles. La noticia salió esa mañana en una
edición extraordinaria. El periódico vendió tres ediciones
completas de la ejecución cuando, en realidad, el reo había sido
absuelto por el Presidente de la República en el último minuto.
Nada importó. La falsa noticia fue recogida por los lectores como
totalmente cierta, pues nadie hubiera supuesto que una crónica que
explicaba todos los pormenores con tanta realidad pudiera ser falsa.
La noticia del indulto que comunicó el Gobierno no fue creída por
nadie, muy al contrario, la gente se sintió indignada por los
tapujos del Ministerio del Interior que había pretendido ocultar la
verdad de aquella ejecución.
Inspirado
en un relato de Dino Segré (Pitigrilli).
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