José Salvador Murgui. Desde esta Tribuna que es El Periódico de Aquí, durante muchos años,
he escrito sobre el devenir del acontecer político de los últimos
tiempos. No me considero politólogo, quizás me quedo con otro título
(más de ir por casa y por decir algo), el de un “pobre analista” que
desde su escasa experiencia ve y observa lo que ocurre y a veces intenta
poner un poco de luz a través de sus vivencias.
Llevamos una temporada larga contemplando un incesante goteo de
“abandonos” en las filas de los partidos políticos. Eso evidencia la
realidad de la palabra “partidos” es decir “divididos” “rotos”,
“destrozados”; estos días esos abandonos se ven acentuados con otras
realidades que nos hacen plantearnos la “causalidad” de las cosas y no
la “casualidad” de las mismas. Y la palabra clave es “desencanto”, si
como en la relación de pareja: “Se acabó el amor” y creo que todos me
entienden.
A estos ingredientes hay que sumarle la difusión que de los mismos
aconteceres se da en redes y prensa, y ya tenemos el cóctel servido.
Pero nos falta algo para aderezarlo al gusto, y son las
interpretaciones que cada uno de nosotros le damos al tema.
Todos tenemos algo de que opinar. Todos somos jueces y parte, y lo
que es más perjudicial, en nuestras opiniones, manifestamos sin rigor
alguno lo que opinamos, en muchas ocasiones emitiendo severos castigos
que concretamos en las personas, y que muy poco o nada tienen que ver,
con la intensidad del hecho que juzgamos.
Respeto. Sí respeto, porque sin el respeto no hay acción posible.
Todos nos podemos equivocar, todos tenemos derecho a una segunda
oportunidad, o tercera… pero a lo que no tenemos derecho es a juzgar sin
piedad lo que no sabemos; los motivos que se encierran detrás de cada
causa abierta y lo que es más duro, el condicionante moral, ético y
hasta personal que te llevan a tomar un camino u otro.
“Si alguien no comprendió el principio por el que nací, viva como yo
lo hice, y muera como yo morí” es la frase lapidaria capaz de reflejar
el momento que estamos pasando. No son lecciones de ninguna clase, no
son clases de nada, no. Es un momento de la vida, para unos ha sido una
apuesta fallida, para otros un fracaso, para otros una aventura sin
rumbo, y lo que es peor, para muchos un silencio de esperanza en algo
que jamás llego, sobre todo para los que yo conozco.
No es el momento de acusar, es el momento de respetar, mirarse al
interior, ver que has hecho con tu vida, sea corta o larga. Reflexionar
por quien has dado la cara y porque, y si ha sido a cambio de nada o
esperando aquello que nunca llegó para unos, o la bondad de la que ya
están gozando otros, seguramente por ”méritos propios” y a veces
desconocidos.
Si el proyecto no te apasiona déjalo. Ahora bien, no me juzgues, ni a
mí, ni a nadie. Júzgate a ti mismo, reflexiona lo que hiciste por los
demás, no entres en aquello de "que te has equivocado de amigos” y al
final del día haz memoria de lo que has hecho hoy, y pesa en la balanza
de tu conciencia esa mirada a los ojos cargada de valores y buenas
obras, o cargada de indiferencia, mirada con la que te has atrevido a
sentenciar a aquel que no piensa igual que tú, y que se ha dado cuenta a
tiempo (en SU tiempo) de que su camino, no es tu camino.
Por eso una de las normas a tener en cuenta es el RESPETO, no
hablemos de despecho, venganza, ideales, de cortos o largos recorridos,
solo el tiempo será capaz de poner las cosas en su lugar. De momento mi
tiempo es mío y lo administro como quiero. Los proyectos suelen ser
buenos, por eso son proyectos, lo difícil es ejecutarlos con limpieza.
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