Susana Gisbert. La pasada
semana celebrábamos el día de las escritoras. Confieso que aún me
da vértigo cada vez que se refieren a mí como tal, y esa sensación
me embargaba cada vez que alguien me felicitaba por la fecha. Como
mujer que escribe –e incluso publica- debo entrar en el concepto,
aunque sienta que me viene muy grande al lado de tantas grandes como
hay en la literatura. Ojala algún día lo merezca.
Pero,
umbralismo aparte, hay quien plantea sus objeciones a una celebración
de este cariz. Yo misma me lo he llegado a plantear, haciendo uso de
mi sana costumbre de cuestionarlo todo desde que era una niña.
Porque, en efecto, la literatura no debe tener sexo ni debería
distinguirse entre literatura de hombres o de mujeres, escrita por
hombres o por mujeres, sino Literatura sin más. Con mayúsculas y
sin apellidos.
Hasta ahí
estoy de acuerdo. Los libros son buenos o malos independientemente de
que quien los haya escrito pertenezca al género femenino o
masculino. Pero también es cierto que en la literatura, como en
tantos otros ámbitos, las mujeres han sido mucho más invisibles de
lo que merecían. No hay más que echar un vistazo al número de
mujeres que han obtenido el Nobel, o el Cervantes, y comparar con el
número de hombres, y nos haremos una idea de la desproporción.
Por eso,
porque es preciso visibilizarlas, es preciso un día como éste. Un
día para homenajear a las que nos precedieron, muchas de ellas con
enormes problemas para escribir y para publicar. Hasta el punto que,
como es bien conocido, algunas tuvieron que hacerlo bajo un
pseudónimo masculino para que las tomaran en serio.
Por
desgracia, no es cosa del pasado. Aunque hayamos avanzado, aunque en
nuestro mundo ya no haya que esconderse tras una máscara masculina,
todavía queda mucho camino. Hay lugares del planeta donde las
mujeres no solo no pueden escribir, sino que tienen serios obstáculos
para acceder a una educación. Y en nuestro propio entorno también
hay ejemplos. Sin ir más lejos, se celebró una jornada dedicada a
coolumnistas en la que la mayoría de los citados eran hombres, a
pesar de la cantidad de mujeres que escriben columnas en nuestros
medios de comunicación.
Así que
bienvenida sea esta conmemoración del día de las escritoras.
Bienvenida sea una ocasión de reivindicar y sacar del olvido a
tantas mujeres que nos emocionaron y aún nos emocionan con sus
plumas. Bienvenida sea una jornada que anima a otras tantas a
hacerlo. Y bienvenida sea cualquier ocasión para visibilizar a
aquellas que lo merecen.
Ojala no
hiciera falta. Pero mientras quede todavía un trecho para ser cada
vez más iguales, aprovechemos todas las ocasiones para dar un paso
más. Hasta que lleguemos a la meta.
SUSANA
GISBERT
(TWITTER
@gisb_sus)
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