Carlos Gil. Nunca
había sentido tanto riesgo a la hora de escribir un artículo
de opinión. En unas horas, comienza a debatirse, en el
Congreso, la moción de censura contra Mariano Rajoy. Cuando
El Periódico de Aquí salga a la calle, el resultado del
debate será ya conocido y, en contra de lo que es habitual,
el lector sabrá más que el redactor.
Entrando
en materia, hace un par de semanas, los medios de
comunicación se hacían eco del brote de responsabilidad que
había invadido a Pedro Sánchez al ponerse al lado del
Gobierno de España en la continuidad de la aplicación del
“155” en Cataluña. Parecía, o así queríamos verlo, que el
Secretario General del PSOE se había caído del caballo y
dejaba a un lado sus ansias políticas a cambio de dar una
mayor estabilidad, esa que tanto necesita, la actual
situación española.
Pero
no. Era flor de un día. Poco ha tardado en volver por sus
fueros, llegando al máximo de su delirio con la presentación
de la moción de censura contra Mariano Rajoy. No voy a
intentar disimular que la moción de censura me parece
injusta y oportunista, pero, sobre todo, me parece
inoportuna. No está España para mociones de censura ni para
gobiernos inestables a la italiana, y menos aún para
convocatorias de elecciones anticipadas, mientras el desafío
catalán no hace más que coger fuerza a cada grieta que se
abre entre los partidos constitucionalistas.
La
moción de Sánchez no es más que la plasmación de sus ansias
por ser Presidente del Gobierno. Sin programa, sin proyecto
y sin compromiso de nada más que el suyo personal consigo
mismo de acceder a la Moncloa. Sánchez plantea un gobierno
socialista, sin participación de otras fuerzas políticas,
sin fecha para la convocatoria electoral que otros exigían
como punto de partida y capaz de satisfacer los deseos de
cualquiera a cambio de recibir su voto a favor.
A
estas horas, la llave de la gobernabilidad de España la
tiene el PNV, que aún no ha decidido qué hacer con su voto.
Y, en este caso, la única seguridad que tengo a estas horas
es que los apoyos nacionalistas nunca nos han salido gratis.
El cambio de tendencia de voto del PNV si, en una semana,
pasa de aprobar los presupuestos a censurar al Gobierno,
tendrá un coste seguro si llegase a producirse. Pero más me
preocupa el precio que puedan poner los independentistas
catalanes que pretenderán, sin duda, sacar tajada para su
cruzada particular.
A
todo esto, quien debe estar rediseñando la estrategia, por
lo que pueda pasar, es Ximo Puig. Hasta ahora ha pretendido
disimular su incapacidad para gobernar echándole las culpas
a Rajoy. Si llega a quedarse sin él, y con la “buena
relación” que le une a Sánchez, su argumentario para el
último año de legislatura va a complicarse claramente.
A
largo plazo, estoy seguro de que, a los dos, les hubiese
sido más rentable consolidar su postura de partido de
Estado, con vocación de gobierno, pero con una apuesta más
rotunda por la estabilidad política. Sin embargo, Sánchez ha
preferido dejar claro que era flor de un día, cueste lo que
cueste.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia