Entre
xenofobias y homofobias,
llevamos un mes de marzo que parece estar cargadito de
rencores. Venimos
viviendo, en las últimas semanas, una serie de episodios,
dirigidos desde la
izquierda más extrema, que pretenden alterar la normal
convivencia aprovechando
cualquier excusa que les permita generar un altercado social.
La
extraordinaria movilización
que tuvo lugar este año en la conmemoración del Día de la
Mujer Trabajadora fue
el preludio de un mes donde la calle ha tenido una especial
significación. Solo
unos días después, la repulsa al asesinato del pequeño Gabriel
quiso mostrarse,
por la parte más antisistema de los que viven del sistema,
como un acto xenófobo
y homófobo contra su asesina como, si de haberse tratado de un
hombre blanco, el
grueso de la sociedad no hubiese mostrado el mismo rechazo.
Esta
semana, los acontecimientos
de Lavapiés tras la muerte de un inmigrante como consecuencia
de un infarto de
miocardio (hay que recordar que es la primera causa de muerte
en España) se ha
pretendido vincular a una persecución policial, inexistente en
este caso,
contra el colectivo de manteros, pese a las numerosas
evidencias de que no fue
así. Por cierto, quisiera yo saber dónde estaban todos estos
“pacifistas” cuando,
solo unos días antes, un policía moría, por la misma causa, en
Bilbao durante
los enfrentamientos entre los ultras del fútbol. Seguro que
ahí, estos “defensores
de la vida pacífica” consideraron que fue la policía quien no
estaba en el
lugar correcto y su muerte sobrevino como justo castigo a su
acción represiva
de la libertad de expresión.
Estaba
pensando que empiezo a
cansarme ya de estas cosas, pero, realmente, estoy ya cansado
de esta sarta de
sandeces que, día a día, inundan los informativos. Estos
grupos, por mucho que
formen parte del gobierno de muchos Ayuntamientos o de
parlamentos autonómicos
o, incluso, del Congreso de los Diputados, aportan poco o nada
a la convivencia
en nuestra sociedad. Han llegado para dinamitar, desde dentro,
nuestro sistema
y convertirnos en un país donde la revolución callejera es la
contestación a
cualquier noticia que pueda ocurrir y que ellos consideren
provechosa a sus
intenciones.
Ver
a concejales de Madrid
alentando la violencia callejera en uno de sus barrios dice
muy poco a su
favor. Al de ellos y al de quienes les mantienen, con su apoyo
y con su voto,
al frente de la alcaldía de la capital de España. La sociedad
precisa cordura y
no revueltas ni violencia. El derecho a la libertad de
expresión pasa por decir
todo aquello que queremos decir, pero con la necesidad de
hacerlo con medios
que faciliten la permeabilidad del mensaje en el resto de la
sociedad.
La
solución a estas fobias, que
no voy a negar que aún existen y conviven en una parte de la
sociedad, pasa por
seguir un camino de normalización y no por ponerlas
continuamente sobre la mesa,
aprovechando cualquier ocasión para generar conflictos. Solo
normalizando la
convivencia llegaremos a ser una sociedad plenamente
integradora con un
ejercicio pleno de la igualdad de oportunidades y a la plena
paz social algo
que, probablemente, es lo que menos desean quienes más lo
reivindican.
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