Fundación
Bancaja presenta en Sagunto la exposición Al
agua. La playa en la pintura valenciana de
1900,
una
muestra que reúne una selección de 26 obras de pintores valencianos
producidas entre finales del siglo XIX y principios del XX, que
tienen como hilo conductor la presencia del mar y los bañistas en la
pintura valenciana de ese periodo. La selección está integrada por
obras de Ignacio Pinazo, Joaquín Sorolla, Cecilio Pla, José
Mongrell, José Navarro Llorens y Ernesto Valls, artistas en cuya
obra la playa ha tenido una especial relevancia.
La
exposición,
comisariada por Francisco Javier Pérez Rojas, catedrático de
Historia del Arte de la Universitat de València y director de la
Cátedra Pinazo, llega a Sagunto tras estar expuesta en el Centro
Cultural Bancaja de Valencia durante los primeros meses de este año,
en los que han podido visitarla más de 6.000 personas. Ahora,
permancerá en la Sala Glorieta hasta el próximo 24 de enero. Las
obras expuestas pertenecen a los fondos de la Colección Fundación
Bancaja, a la Casa Museo Pinazo de Godella y a distintas colecciones
privadas.
Pinazo,
como pionero, captó la esencia del paisaje marino y la playa en
estampas de pequeño formato, mientras que Sorolla amplió el tamaño
de los lienzos e internacionalizó con sus trabajos los escenarios de
la playa valenciana: sus barcas de pesca, los niños desnudos al sol
o los paseos por la playa de la sociedad de la época. Navarro
Llorens se sintió más atraído por las infraestructuras de ese
entorno, como las casetas con ruedas o los merenderos ‘vora mar’.
Por otro lado, Cecilio Pla captó perfectamente el ambiente de los
veranos en la playa de Las Arenas, mostrando los distintos rincones
del balneario, el devenir de la vida burguesa a la orilla del mar,
con sus sillones, sombrillas, y personajes a la moda. Todas estas
escenas han marcado la obra del resto de autores, que han adaptado
esas mismas imágenes a su personalidad y su estilo.
En
la sala de exposición se distribuirá de forma gratuita un
cartel-folleto con información sobre la muestra y con fotografías
de algunas de las obras expuestas. Además, se ha editado un catálogo
de pequeño formato y 74 páginas con la reproducción de todas las
obras y un texto del comisario Francisco Javier Pérez Rojas y José
Luis Alcaide sobre la muestra y el contexto artístico e histórico.
La
muestra se puede visitar en la sala de Exposiciones Glorieta de
Sagunto con entrada gratuita y en horario de martes
a sábado,
de 17 a 21 h. Toda la información sobre la muestra se puede
consultar en la web www.fundacionbancaja.es.
El
descubrimiento de la playa
La
playa se convierte, a finales del siglo XVIII, en un espacio con un
nuevo significado para el pueblo valenciano. Lo que hasta ese momento
había sido ignorado y temido pasa a ser un destino preferente por
razones terapéuticas, climáticas, deportivas o puramente
hedonistas, disfrutando del baño, la brisa marina y las propiedades
del agua salada.
El mar se transforma, además, en símbolo de libertad. El espacio al
aire libre y el contacto con el agua le confieren a la fiesta, el
baile y el vestuario una mayor independencia y la intensidad de
descubrir nuevas experiencias. Escenas que anticipan las
características de la playa contemporánea, tal y como la pintarán
cien años después Ignacio Pinazo y Joaquín Sorolla.
El
desarrollo de las redes ferroviarias y las tesis higienistas
difundidas a finales del siglo XIX potencian los viajes a las zonas
de playa, que se convierten en
lugares idóneos para el ocio estival y en uno de los núcleos donde
se desarrollaba la
vida moderna.
La prensa también refleja esta tendencia y nace la crónica
de playa,
género que todos los veranos informa de las novedades de la
temporada, la presencia de celebridades, los incidentes que se
suceden y la idiosincrasia de los personajes que crecen en este
entorno, como los mirones, el petimetre o los cazadores de fortunas.
Es,
en concreto, a partir del último tercio del XIX, cuando los
precursores de la pintura al aire libre decidieron acercarse al mar y
tomarlo como objeto de representación artística.
En la década de los 70, algunos pintores como Pinazo o Sorolla
plasman en sus lienzos un paisaje hasta entonces inédito para la
pintura valenciana, la playa.
A
la iniciativa de estos pintores se unen, en los años sucesivos,
otros artistas como José Navarro Llorens, Cecilio Pla, José
Mongrell, Enrique Martínez-Cubells, Ernesto Valls, Tomás Murillo,
Peris Brell o Alfredo Clarós. Una generación que consolidó la
playa y la luz del Mediterráneo como uno de los temas centrales de
la pintura hasta la modernidad vanguardista.
Los
pintores del mar
Los
orígenes del desarrollo del paisaje marino contemporáneo son
difusos, ya que responden a las peculiaridades geográficas, la vida
cotidiana, las rutas comerciales, conflictos navales o expediciones
de los países más adelantados en la representación de estas
escenas: Países Bajos, Inglaterra, Italia o Francia. En España,
abierta al mar en la mayor parte de su territorio, resulta paradójico
el retraso con que se incorporan estos temas a la pintura, arrancando
de la mano del romántico madrileño Antonio de Brugada (1804-1863).
En
Valencia surgen artistas en los que el mar o el agua en general
desempeña un papel significativo: Muñoz Degraín, Rafael Monleón,
Javier Juste, Pedro Ferrer, Salvador Abril o Enrique Saborit son
algunos de ellos. Sin embargo, el nombre clave es Ignacio Pinazo, un
pionero del aire libre que será capaz de recoger en sus creaciones
todos los aspectos que atañen a la playa y al puerto, tradición que
más tarde desarrollará Joaquín Sorolla y otros autores de su
generación presentes en esta exposición.
Mientras
el romanticismo destaca por su minuciosidad y realismo, Pinazo
rompe
con esta tendencia pintando obras que eliminan el detalle a favor de
valores plásticos, al mismo tiempo que instaura otra manera de mirar
que ya no se basa en una copia fotográfica, sino que depende de la
presencia física del artista en sus paseos por la playa y el puerto,
como se aprecia en la obra Barca
en el puerto (1878).
El carácter innovador de Pinazo no se reduce sólo a ese cambio en
la mirada, sino a muchos otros factores: dotar a sus pinturas de una
mayor luminosidad y su sintaxis plástica, en la que la referencia
objetiva tiende a difuminarse permitiendo que sea la propia materia
pictórica, con sus accidentes cromáticos, la verdadera protagonista
de la obra.
Joaquín
Sorolla
sigue con esta tendencia. En 1908 comenzó a desarrollar temas de
raigambre costumbrista de ambientación huertana y popular y, en la
década de los noventa, el ámbito marinero centra su atención.
Abundan en su producción las imágenes de los marineros y pescadores
faenando a la orilla del mar, pero también pequeños e interesantes
apuntes de barcos en la playa, embarcaderos, barracas y astilleros.
El estímulo de la obra de Blasco Ibáñez le llevó a recuperar
desde una perspectiva más contemporánea un interés latente por el
mundo del mar y desarrolló el asunto marinero entronizándolo como
un nuevo género. A partir de estas fechas, los niños bañistas que
disfrutan del placer del sol y del mar pasará a ser uno de los temas
más recurrentes y exitosos de Sorolla, como se aprecia en las
creaciones durante su estancia en Jávea, en 1905. El verano de 1908
lo pasa de nuevo en Valencia, elaborando un importante conjunto de
pinturas que tienen de nuevo como motivo la pareja de niños o
adolescentes junto al mar. Es este año cuando crea, en la playa del
Cabañal, la pieza Al
agua,
una de las más célebres del pintor. De los muchos lienzos de niños
y jóvenes pintados entre la arena y el agua de la orilla, esta obra
difiere por el oscurecimiento de la paleta habitual al dominar en
primer plano el tono ocre de la arena que acentúa la presencia de
las sombras. El
cuadro, con la sugestión de un color más libre y autónomo y la
manera de capturar la luz solar sobre la espuma de las olas, provocó
un éxito similar al obtenido por su amigo Blasco Ibáñez en el
terreno literario. Vendido en Nueva York y adquirido por Fundación
Bancaja en Valencia en 1976, la pieza se ha expuesto, además de en
estas dos ciudades, en París, Milán, Liège, Nápoles, Miami,
México, Puerto Rico, Cascais, Dallas, Madrid, Granada y Alicante.
La
producción de José
Navarro Llorens
se distingue por su virtuosismo en cuadros y acuarelas de temas
morunos y gitanos. Amigo y vecino de Pinazo, con quien comparte el
gusto por el formato reducido, tampoco es ajeno al luminismo de
Sorolla. De hecho, fue uno de los artistas que contribuyó al
conocimiento que hoy tenemos de la playa y el puerto del fin de
siglo, como demuestran algunas composiciones de instalaciones
que van acondicionando la arena, que suministran a la gente los
primeros espacios sombreados y difunden el uso de las sillas o cestas
de playa. En sus creaciones encontramos, en ocasiones, un gran número
de elementos y, en otros momentos, opta
por personajes separados del bullicio. Navarro
había sido en su juventud un notable pintor marinista, autor de
cuadros de naufragios y tempestades en los que destaca el
tratamiento realista y meticuloso acabado de las composiciones.
En los inicios del siglo XX su pintura se hace más luminosa y libre
en la pincelada, consiguiendo con mayor economía en el trazo
obras muy sugerentes y atractivas.
Cecilio
Pla centró
su labor veraniega en Las Arenas. Su legado descubre un contexto y
unas circunstancias que son las más próximas a lo que vienen
experimentando las últimas generaciones de veraneantes: una playa
excesivamente concurrida, atiborrada de gente, que parece disputarse
cada palmo de arena. Realmente fue un lugar bien conocido por Pla del
que mostró todos los ángulos, rincones y tipos mediante un copioso
y variado repertorio de escenas. A veces el protagonismo recae en las
gentes que pasean, en el baño vespertino, en damas elegantemente
ataviadas. Entre 1914 y 1930, que es cuando pinta con mayor
frecuencia estos motivos, se aprecian con nitidez los cambios en las
costumbres y también los que el diseño ha introducido en la
indumentaria, en los sombreros y gorros concebidos ex profeso para el
baño, en las sombrillas de colores y en la multitud de sillas que
pueblan la orilla.
De
los llamados sorollistas, quizá sea José
Mongrell Torrent
el que con más insistencia pinta temas análogos, familias de
pescadores a la orilla de mar. Lo hizo en Cullera, donde veraneaba.
Frente
al dinamismo de sus maestros Pinazo y Sorolla, presenta un mundo de
imágenes sosegadas y armónicas. Los bañistas adolescentes, como
una de las máximas expresiones del goce de la naturaleza, exhibiendo
sin pudor su desnudez en Sorolla, en el caso de Mongrell suelen
aparecer en actitudes más pudorosas e intimistas, dando una mayor
sensación de reposo.
Ernesto
Valls Sanmartín, formado
en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos y discípulo de Sorolla,
completa el listado de autores de esta exposición. Empezó a ser
pronto apreciado por la crítica local. En 1916 se marchó a
Argentina donde vivió el resto de su vida y donde realizó diversos
paisajes de la laguna. Las escenas de playa abundan tanto en su
producción valenciana como argentina. A veces muestra escenas de
grupos en panorámica, pero también composiciones de figuras más en
detalle como la que está presente en la exposición, Madre
con niña en la playa, que
condesa la pervivencia y seducción que ejerció la iconografía
sorollista de la playa.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia