Jaime García.
Hace
dos años el pueblo español votó mayoritariamente al Partido Popular. Los
españoles irritados contra el gobierno de Zapatero, entregaron las llaves del
gobierno al Sr. Rajoy. Alguno se preguntará ¿por qué hizo esto el pueblo
español?... Se podrían dar muchas respuestas, pero hay una que sintetiza a
todas: el descontento del pueblo español. La izquierda había gobernado España
como ella sabe hacerlo. La izquierda no anda con chinitas. Lo que decide, lo
hace y en paz. Pronto cambió la ley de educación, aprobó la Ley del Aborto y el
matrimonio homosexual… ¿No tenía la mayoría?... ¿No le había dado placer el
pueblo?... Pues a lo hecho, pecho. Su fiscal general decidía en mando y a sus
ministros no les paraba nadie.
En
2011 el pueblo, descontento y con la mosca detrás de la oreja, cambió su voto.
El PP ganó por mayoría absoluta y ofrecía al pueblo un programa que prometía
cumplir. Era precisa una nueva ley de educación, una distinta ley del aborto,
una reforma laboral, una mejor sanidad… Sé que la izquierda tiene arrestos. No
teme los enfrentamientos con la derecha cuando ésta ofrece un programa que no
le satisface. Rubalcaba ha dicho: “Cuando lleguemos al poder, lo primero que
haremos es deshacer todo lo que el PP ha hecho”. Para la izquierda lo primero
es su ideología. Es un partido de profunda fe en sus mensajes y enemigo de los
acuerdos. Su fundador Pablo Iglesias en 1888, en Mataró, cuando creó la UGT,
correa de transmisión del PSOE, dijo: “La actitud del partido socialista
obrero con los partidos burgueses o como se llamen no puede ni debe ser
conciliadora, ni benévola, sino de guerra constante y ruda”. Doctrina muy
coherente con la doctrina marxista de lucha de clases. Hoy cubre su cabeza con
capucha franciscana, pide ayuda a sus compañeros de ideología, sobre todo al
sindicato UGT y todos juntos gritan por calles y plazas, arriando banderas y
pancartas en una auténtica gimnasia revolucionaria. No les importa lo que
toros digan y piensen. Se presentan como una bella y platónica arquitectura
imposible de realizar. Les va muy bien crear mitos de culpabilidad.
Una izquierda que saca
fuerza ante las debilidades, dudas y vacilaciones de la derecha. Una izquierda
que ha empleado desde el principio el “mecanismo de identificación
ideológica”, es decir, para hacer algo detestable se identifica con algo
detestado. Así las palabras fascista, conservador, capitalista, clerical…,
términos normalmente detestados, los aplica a la derecha. Es una seudología.
Ignoran que hay que gobernar con el cerebro y nunca con los puños. Da gusto
pasear por nuestras calles cunado gobierna la izquierda: ni jóvenes, ni
scraches, ni gritos, ni banderas, ni pancartas, una bella primavera, pero
cuando manda la derecha España entera parece el festín de Baltasar.
El PP debe dejar su
ensimismamiento, menos abstracción y más contacto con la sociedad. Debe decir
lo que piensa sin complejo alguno. No se hace una tortilla sin romper un huevo.
No debe tener miedo a los que convierten una alcantarilla en un Amazonas, ni a
los que utilizan la política de cacerolas: mucho ruido y pocas nueves. No saben
ustedes cuántas goteras tienen los edificios de la izquierda. Recuerde el PP lo
que decía Alan de Benois: “Callarse equivale simplemente a aumentar el poder
de quienes hablan”.
Moderación no significa
tibieza, miedo o cobardía. Los principios y convicciones son profundas
creencias y no simples ocurrencias. Necesitamos en la sala de máquinas hombres
sensatos y eficaces que expliquen al pueblo sin ambages lo que tienen que
hacer. Que proclamen con justeza que el gobierno del Partido Popular ha logrado
llevarse por delante a la crisis y no al revés. No deseamos que cada uno haga
la guerra a su aire. Preferimos la laureada colectiva a la individual, no nos
gustan las guerrillas, ni apagar luces para que todos los gatos resulten
pardos. El pueblo que nos ha dado la mayoría exige, que sin complejo alguno,
cumplamos lo prometido. Sabemos que cuanto más oscura es la noche, mejor se ven
las estrellas.
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