Carlos López.
¡¡ESPAÑA!!
Ese país falto de tradiciones, falto de cultura propia y de
festividades locales… Ese país que carece de arraigos, en el cual
sus habitantes desconocen sus origines, su religión, su cultura y su
historia…
Esto
es lo que me viene a la cabeza, cada vez que una nueva “tradición”
de otro país se arraiga en nuestra sociedad… El Papá Noel, el
Black Friday, Halloween… ¿De verdad somos tan pobres culturalmente
hablando que necesitamos importar este tipo de celebraciones y
eventos? ¿De verdad no somos capaces de enaltecer nuestra propia
cultura y nuestro propio calendario? Lo peor de todo es que de una
manera o de otra, aunque muchos son los que las critican, son aún
más los que reconocen participar de ellas. Tal vez lo que ocurra es
que a los españoles, como pueblo, nos gusta más el cachondeo que a
un tonto un lápiz, o tal vez se trate solo de querer olvidar los
problemas del día a día refugiándonos en celebraciones, cuyos
orígenes y significados son totalmente desconocidos para nosotros, y
lo único que buscamos es salir de la rutina. Tal vez solo sea eso,
pero ¿y si no es así?, ¿y si lo que ocurre es que estamos
perdiendo nuestra propia identidad?
No es
mi intención intentar convencer a nadie de que celebre o no
Halloween o acción de gracias, ¡Dios me libre! Solamente pretendo
abrir una ventana a la reflexión.
La
última moda importada es la de los “payasos asesinos”. Resulta
que llevamos años comprando en las tiendas de disfraces
pelucas de colores, narices rojas y corbatas que echan agua, pero si
este año sacas del armario ese disfraz que guardas, eres susceptible
de que te peguen una paliza por atentar contra la seguridad
ciudadana. Y todo porque no hacemos más que leer en las redes
sociales que los payasos regalan caramelos con droga, cosa que antes
hacían los extraños en las puertas de los colegios, a los cuales
por cierto nunca vi, o porque aterrorizan a los niños por las calles
oscuras, todo esto como no podía ser de otra manera, en EEUU ¿No
se trata Halloween de eso, de asustar?
En
fin, que a ver si somos más selectivos a la hora de importar
tradiciones y nos dejamos de tantas ridiculeces. No veo a un
estudiante universitario de Kentucky, celebrando cucañas con patos
en el lago del campus universitario porque lo ha visto en algún
reportaje del “callejeros viajeros” versión americana, ni a
ningún canadiense cantándole saetas desde el balcón a una imagen
de la Virgen en Semana Santa.
¡¡¡Disfrutad
de las fiestas y jolgorios varios que vienen de fuera, pero por
favor, NO PERDAMOS NUESTRA PROPIA IDENTIDAD!!!
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