Pere Ferrer. EPDA El Periódico de AQUÍ me concede la licencia de iniciar esta sección
y dar rienda suelta a esas contenidas fantasías que a un largo cuarentón aún le
permiten la paternidad y el trabajo. Y una de ellas es la del enganche que
producen las historias y si hablamos de historias, estas han encontrado la
tierra prometida en esa ingente plataforma que hoy conocemos como Netflix,
y quien sabe cómo se llamará mañana.
Así qué en esta columna
quincenal, siguiendo la tradición del propio periódico, iré desgranando mi
opinión sobre cada una de las historias que he vivido con Netflix en la intimidad de mi hogar. Una visión personal de muchas
series que ya han trascendido del plano temporal y que las hemos conocido a
través de la democratización que ha supuesto consumir producción audiovisual a
través de esta plataforma, ya sean de producción propia o contratadas por la marca
para que el consumidor final elija cuando proceder a su visionado.
En cada columna quincenal iremos
repasando estas propuestas y en algún momento, analizaremos la originalidad y
el secreto del éxito de sus campañas.
Pero puestos a comenzar, voy a
eludir el que pudiera ser el arranque convencional, por muy stranger
things que les parezca.
En esta première me regodearé en reconocer que para alguien que conoció los
video clubs y se pasaba largos ratos en ellos, para alguien que seguía atento
la programación de las televisiones convencionales y que en las nuevas Smart tv aprendió a grabar en un
‘pincho’, cada final de peli que se hacía imposible ver en la parrilla diaria,
debido a esos dolorosos y continuos cortes de ‘publi’ de siete minutos, conocer
Netflix fue para mí como llegar al oasis tras andar perdido largo tiempo por el
desierto.
Fue tal el hallazgo que la
primera tarde noche me quedé trasteando por todo lo largo y ancho de su
contenido, sin ser capaz de escoger nada en un primer momento, pero abrumado
por la larga lista que ya se componía en mi cerebro. Y a partir de ese momento,
para alguien que se considera cinéfilo, la luz se hizo en nuestro hogar casi
cada noche, al tiempo que se apagaba la de la tele como hasta ahora la habíamos
conocido.
Como aquel primer día, no me
atrevo por repasar una u otra, solo les digo que a partir de este momento
hablaremos de Luther, Rita, Merlí,
River, Daredevil, Iron Fist, The Defenders, Las Crónicas de Frankenstein,
Doctor Foster, House of Cards, Master of None, Glacé, Ozark, Marseille, sin
olvidar a Stranger Things, Narcos,
Breaking Bad y lo que venga.
Y hasta nuestra próxima cita,
recuerden, naveguen por la plataforma, hagan sus búsquedas en función de sus
preferencias, seleccionen ‘su presa’ y degústenla disfrutando cada capítulo,
cada temporada y sobre todo, filtren los consejos tipo: ‘la tienes que ver’,
‘una pasada’, ‘engancha de principio a fin’, ‘no te la pierdas’… Pasen de ello,
sinceramente, y escojan según su criterio, seguro que así aciertan. Ahora la
democratización es tal que cada uno escoge cuándo ver su serie. El único
problema es que ahora en las tertulias de amigos sobre series y tv solo se
producen conversaciones cruzadas sin ninguna conexión, porque cada uno ha visto
una cosa y en el extraño e hipotético caso en el que coincidan en haber visto
la misma serie, el debate está abierto, eso sí, porque cada uno tendrá una
impresión diferente ¡seguro!
Desde esta sección, pueden estar
convencidos, por tanto, ni les vamos a spoilear
ni a condicionar. Si les gusta el audiovisual y las historias, simplemente,
¡pasen y vean!
Les espero en quince días y
hablaremos de… Luther.
Pere Ferrer
@perefe
Parte
integrante en Agua y Sal Comunicación
netflixvidente
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