Mamen Peris. EPDA Divalterra, empresa pública dependiente de la Diputación, vuelve a estar en el candelero. Estuvo en boca de todos cuando era Imelsa, nido de corrupción, ya saben, su gerente reconoció: “Me he llevado de todo (…) Era un yonqui del dinero”. El PSPV y Compromís llegaron a la Diputación y, como primer paso para limpiarla, la bautizaron como Divalterra. Acto seguido, decidieron que la empresa debía tener dos gerencias ¿Para qué?
Si tenemos en cuenta que una de las cogerencias ha estado vacante durante más de un año y la empresa ha funcionado, parece que esta bicefalia responde exclusivamente a las cuotas de poder del Gobierno, a ese reparto de sillones entre Compromís y PSPV. Tienen acordado que así sea y eso les cuesta a los ciudadanos 62.000 euros anuales de más. Cómo pueden explicar este despilfarro dos partidos que vendieron que venían a cambiar las cosas y a ser austeros. Sería más útil que ese dinero se gastara en lo que realmente hace falta, sobre todo en el equipamiento de las brigadas forestales que, entre otros déficits, no tienen espacios para dejar su ropa ni duchas para asearse después de apagar un fuego o limpiar el monte.
Si la estrategia del PSPV y Compromís es partir y repartir para no reñir, apañados vamos. Seguimos asistiendo a las triquiñuelas de la vieja política. Unas prácticas que empiezan a oler mal cuando se ocultan al resto de grupos políticos los informes contrarios a las contrataciones de los directivos de la empresa. Ciudadanos (Cs) ha tenido que ir a la sede de Divalterra con un notario para tener acceso a la documentación ¡Menuda transparencia! Resulta que lo de ser transparentes era solo postureo. Ante esas artimañas caducadas solo queda una opción: la alternativa naranja, la de Cs. Una nueva manera de hacer política basada en la honestidad, la gestión eficiente del dinero público y el sentido común. Los cargos y colores nunca pueden estar por encima de los intereses de los ciudadanos.
En aras de esa eficiencia, defiendo que las empresas públicas han de estar en manos de trabajadores que demuestren su mérito y capacidad a través de un proceso de selección objetivo e imparcial. Para qué queremos tantos contratos de alta dirección, contratos abusivos e innecesarios a afiliados o amigos de uno u otro partido. No bastaba con cambiar el nombre de la empresa porque “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. La nueva gestión había de pasar, sobre todo, por mejorar las condiciones laborales de los brigadistas, por despolitizar la empresa y dejarla en manos de profesionales competentes porque si no “lo mismo da que da lo mismo”.
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