Vicente López, junto a algunos recuerdos de sus viajes. EPDA Nació hace 71 años en un hogar humilde de la huerta de Almàssera. Eran momentos complicados para la sociedad española, todavía destrozada por los devastadores efectos de la guerra, pero Vicente no recuerda haber pasado hambre. “Había ocasiones en que mis padres no tenían para pagar la comida en el momento, pero se la fiaban y la pagaban cuando cobraban las cosechas”, recuerda este hombre, quien sí se reconoce afortunado de haber nacido en una zona tan rica como la huerta valenciana.
Vicente tuvo incluso la suerte de ser de las pocas personas de su generación a la que sus progenitores, gente de campo que intentaba ahorrar cada peseta con mucho esfuerzo, pudieron enviar a estudiar a Escolapios. “Gracias a un profesor que teníamos en el colegio de Almàssera hice la prueba de ingreso y me cogieron y de ahí ya pasé al seminario”, cuenta este sacerdote que no tardó en descubrir su vocación, “con doce años ya me dí cuenta de que a través de este oficio podía ayudar a la gente”.
En su juventud “incluso pensé en las misiones como una manera de descubrir nuevas tierras”. Ya se intuía el espíritu inquieto y aventurero de un hombre que, a bordo de un Seat 600, recorrió buena parte de los rincones de España en las postrimerías del franquismo. Era apenas un aperitivo de lo vendría después.
Como sacerdote estuvo primero destinado en Sot de Chera, donde en su tiempo libre se sacó la licenciatura de Historia del Arte, y, más tarde, llegó a la parroquia de Massalafassar, donde continúa en la actualidad. “Lo que más me gusta de mi profesión es el contacto directo con la gente”. Precisamente de este contacto con algunas vecinas de Massalfassar surgió la idea de empezar a organizar viajes.
Corrían los años 90 cuando “unas vecinas del pueblo me pidieron que organizara un viaje porque por sus propios medios veían más complicado lanzarse a la aventura”. Así lo hizo dando comienzo a una de las etapas más intensas de su vida y ayudando a otras personas a conocer lugares que de otros manera no hubieran visitado. “Ellos me arropan a mi y yo a ellos”, dice Vicente, quien intenta “organizar viajes inéditos que nada tienen que ver con los destinos comerciales”.
Guatemala, Perú, Canada, Japón, Rusia, Uzbekistán...son solo algunos de los destinos por los que han pasado las personas que han viajado de la mano de este cura de Massalfassar, quien asegura que prepara “cada viaje a conciencia para poder conocer lo mejor posible el país, la cultura y su gente”. “Cuando uno viaja debe dejar en casa todos los prejuicios, debe llevar una maleta ligera y situarse en el momento y en el país en el que está sin tratar de imponer su cultura, sino aprendiendo y absorviendo otras que, seguro, lo enriquecerán como persona”. Es uno de los consejos que ofrece este viajero a las personas que quieran visitar nuevos destinos y que podrán darse cuenta “de que, aunque vivimos en un sitio privilegiado, no somo el centro del mundo”, asevera.
En su afán por seguir conociendo nuevas tierras “porque cuando uno tiene cierta edad ve que el tiempo se le acaba y no ha visto nada”, Vicente ya tiene preparado el calendario de viajes para los próximos meses, e incluso ha pensado ya en el año 2018. “Ahora tengo del 12 al 18 los mercadillos de Brujas, para el mes de febrero viajaremos a Etiopia, donde podermos ver el desiero de Danakil, las tribus de los Afar donde extraen grandes bloques de sal, el mercado de Bati que reúne a 15.000 o 20.000 personas con camellos o con burros, iremos también a ver las iglesias monolíticas, los cafetales o bajaremos a ver a Lucy -el esqueleto más famoso del mundo-, luego en le mes de mayo haremos el transiberiano y, en agosto, Japón”, cuenta. Atractivas propuestas para este y el próximo año que se completarán en 2018 con otros destinos como Birmania o Guatemala.
Viajes impactantes que difícilmente podrán olvidar todas aquellas personas que decidan acompañar a Vicente López a seguir descubriendo el mundo.
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