Charla con los alumnos de Puçol. EPDA
Los vecinos de Puçol Aitor Caballer e Irene Zanón
narraron durante estas semanas sus experiencias como voluntarios en Nepal y
Perú, respectivamente, a los alumnos del centro Virgen al Pie de la Cruz y el
instituto de Puçol. Ambos recibieron la beca de cooperación internacional del
Ayuntamiento de Puçol el año pasado y animaron a los jóvenes a vivir la
experiencia; una aventura solidaria en la que, haciendo balance, manifestaron
haber recibido más de lo que daban.
Como requisitos para solicitar una de estas
becas, «no concebimos ir a hacer cooperación a otros países sin realizar cooperación local.
Es necesario hacer un mínimo de horas de voluntariado en un colectivo al que
ayudar, no necesariamente en exclusión social, y presentar un proyecto», señaló
Mar Mazo, concejal de Bienestar
Social. El concejal de Juventud, Xavier
Alcácer, y la edil de Educación, Mery
Cortell, también acompañaron en sus charlas a los cooperantes.
Aitor Caballer describió la cooperación,
tanto a nivel local como internacional, como «una experiencia muy interesante», y animó al alumnado a participar:
«Aunque penséis que no tenéis tiempo,
siempre se acaba encontrando. En Puçol, trabajé con la tercera edad y con
enfermos de Alzheimer al ayudar a la psicóloga a hacer talleres; nunca me lo
había planteado y descubrí que esas personas mayores aportan mucho».
El
joven se dedicó a dar clases de inglés y teatro durante 2 meses en Katmandú, la capital de Nepal, durante
la actividad internacional. «Trabajé con
niños y niñas víctimas de tráfico sexual».
«Al principio cuesta, son costumbres diferentes»,
reconoció Aitor al recordar su llegada al país. «Estamos acostumbrados a que lo diferente no nos guste, creemos que no
nos va a aportar. ¿Qué hago yo aquí?, me preguntaba. No sirvo, no me entienden,
los ritmos de vida son distintos… Pensaba volver aquí, a lo que conocemos. A la
primera semana me sentía agobiado, pero me recomendaron que me esperara.
Entonces, me dejé llevar y empecé a conocer gente».
Así,
Aitor comenzó a vivir realmente la
experiencia. «Conviví con una familia
nepalí. Es muy guay conocer algo más; nos acostumbramos a nuestros entornos y
no nos abrimos más allá. Puçol es uno de los pocos pueblos que ofrecen un
programa así, hay que aprovechar que está disponible».
«Llegué creyendo que iba a ir a abrirles la
mente… y quienes te aportan son ellos. Estuve con niñas de 16 años rescatadas
del tráfico sexual, una edad en la que no se tiene ni idea de la vida; y crees
que vas allí a educar, pero me encontré con gente muy madura, te dan mucho».
«Ha cambiado mi manera de entenderme con el resto
de personas», concluyó Aitor. «He aprendido a no juzgar, algo importante y que hacemos mogollón, y lo
bueno que es estar con gente; escuchar, aprender de ellos… así, la experiencia
también me ayudó a conocerme a mí mismo».
A nivel
local, Irene Zanón prestó su ayuda
en el proyecto Cointra, essència viva,
que profundizó las repercusiones que tuvo la factoría en el pueblo y recordaba
a las personas que vinieron a Puçol en busca de un trabajo. Entre sus
resultados, se editó un libro y se organizó una exposición al respecto.
Junto a
7 personas de su edad, Irene permaneció un
mes en Lima, la capital de Perú. «Lima
es inmensa, hay unos 10 millones de habitantes. Durante el éxodo rural que
hubo, la gente se fue a la ciudad sin tener casa. Las mafias se aprovechaban de
ello y les prometían una vivienda, con el requisito de ir a ocupar terrenos en
grupos de cientos de personas. Así, se formaron barrios de chabolas: las mafias
se inventaban impuestos de agua o luz, que ni siquiera hay, y las familias, que
no tenían casa, estaban cada vez más ahogadas».
Irene colaboró
en el colegio Santo Tomás, donde había alumnos con familiares «a los que la mafia les había pegado un
tiro. Te lo cuentan y parece de película, pero pasa».
«El alumnado sufre desestructuración familiar,
machismo, alcoholismo en familiares, violencia infantil...»,
enumeró. «Hace 9 años, el colegio empezó
a cambiar la situación social, abriendo las mentes y dando a los niños la
oportunidad de estudiar».
La
joven estuvo con estudiantes de secundaria. «Por
las mañanas, cada voluntario acompañaba a un profesor y le ayudaba. Además,
todos los cooperantes dábamos repaso».
Con el
apoyo de imágenes de la experiencia, Irene explicó que «usan cualquier cosa para jugar, no tienen mucho recursos. El nivel
educativo tampoco es muy alto, con lo que hay por hacer... No obstante, ellos
son conscientes de dónde están, y las diferencias entre ricos y pobres. Saben
que, si siguen estudiando, pueden cambiar su vida. Agradecen poder ir al
colegio, algo que no podían hacer antes».
Irene
recordó que «enseñaba matemáticas, pero
fue lo que menos hice». Los profesores cumplen el papel de «padres, apoyo y psicólogos de los
estudiantes. Los jóvenes buscan cariño, y se sienten queridos por gente que no
quiere nada de ellos a cambio; personas que tienen la voluntad de servir y que
están ahí para lo que necesiten».
Ambos
cooperantes coincidieron en que se embarcaron en una aventura que les ha
aportado «más de lo que hayamos podido
dar». Está previsto que salga la convocatoria para futuros proyectos en
marzo o abril. A lo mejor ahora no te lo planteas; pero, si tienes interés y
ganas de ayudar… el Ayuntamiento te da la oportunidad. Y tú, ¿te animas a
participar en un proyecto solidario
y formar parte de una experiencia que te cambie la vida?
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