Juan Vicente Pérez Aras Agosto se nos va y el período vacacional empieza a tocar a su fin. Pero aún nos quedan algunas fechas con la entrada de septiembre, citas obligadas de algunos de nuestros pueblos con sus fiestas patronales. Mientras, el curso político está a punto para iniciar un período apasionante, intenso y lleno de incertidumbres, con un calendario electoral de vértigo que nos llevará a las municipales, autonómicas y europeas en unos meses. Un escenario al que se podrían sumar las legislativas, dada la manifiesta debilidad de un Gobierno que, atrincherado en la ideología y en el BOE, ha sido puesto en evidencia una y otra vez a lo largo de este conflictivo período estival.
Un gobierno que, a pesar de su sobredimensionamiento, más ministros y más altos cargos que en el gobierno de Rajoy, ha colgado el cartel de cerrado por vacaciones ante los problemas que antes eran prioritarios y que al parecer ahora, ya no lo son tanto, Un gobierno al que la campana le está sonando por incomparecencia manifiesta. Una emergencia social, que sirvió de argumento para la moción de censura, que se ha diluido rápidamente y no por los efectos de la canícula. Más de lo mismo. Postureo, cortinas de humo y mucha política de titulares, eso sí, bien vendida por sus altavoces mediáticos.
Un período estival que hemos sabido aprovechar desde el Partido Popular para reorganizar nuestros cuadros y estructuras. Frente a un gobierno de vacaciones, los populares hemos estado allí donde la sociedad reclamaba soluciones ante un gobierno invisible y gestionando un post congreso, de sede en sede, para poner a punto nuestra maquinaria electoral. Una intensa agenda de proximidad, cercanía y compromiso, que ha producido un efecto positivo, no solo entre nuestras bases, que también, sino que han provocado un efectivo impulso demoscópico entre nuestros simpatizantes y votantes. Así lo estableció nuestro presidente como un objetivo prioritario, para llevar al Partido Popular a liderar esa “España de los balcones” y recuperar los millones de votos fugados a otros partidos. Ilusión, Renovación e Integración, un tridente que ha recargado las baterías políticas de los populares. Una vuelta a la política de ideas, principios y valores que conforman el ADN popular. Una demanda de millones de españoles que estaban deseando que les diéramos una razón para volver a confiar en el PP.
La complejidad creciente de nuestra sociedad nos obliga a un proceso continuo de actualización para poder afrontar con garantías los nuevos retos que se presentan. Estamos asistiendo a un cambio de paradigma donde el eje derecha-izquierda está siendo desplazado por una sociedad cada vez más líquida, más voluble, donde el poder se ejerce ahora en red, desplazando las tradicionales apuestas jerárquicas, tanto verticales, como horizontales. Y ahí la comunicación juega un papel fundamental. Gestionar es importante, pero la nueva realidad nos lleva a implementar nuevas fórmulas de interacción con una sociedad que quiere y demanda recobrar un protagonismo perdido. Porque en las sociedades actuales, gestionar es comunicar.
Por eso queremos liderar esa España de los balcones, que no es otra que la España del día a día, de millones de ciudadanos que quieren y exigen una convivencia sin complejos, sin vergonzosas cesiones que minen los cimientos de nuestro marco de convivencia. Esa España que debe y tiene que sacudirse ese complejo que nos acompaña desde el XIX, por el que se destacan y exageran los fracasos y se minimizan y esconden los éxitos. Esa España, la tuya y la mía, la de todos, que ha demostrado ser una historia de éxito. Esa España sin complejos que ha colgado y mostrado en sus ventanas y balcones, el orgullo y la ilusión de formar parte de un proyecto común.
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