Jaime García.
La
prensa sensacionalista es capaz de convertir a un inocente en un
presunto delincuente. La calumnia es demoledora. Recordemos cómo
logro Hitler acabar con el pueblo judío.
La
insidia y la calumnia, abundantes hoy en los medios de comunicación,
son fuerzas poderosas que hunden a gentes y a pueblos. Sus
efectos son mortíferos y pueden acabar con un ser humano para
siempre. La calumnia comulga con ciertos refranes: “Piensa mal
y acertarás”… “Cuando el río suena, agua lleva”…
Expresiones que se cargan la presunción de inocencia. Hoy en España
no aceptamos que todo español es por principio inocente. Más bien
creemos que todo español es culpable, mientras no demuestre lo
contrario. Y es curioso que el que denuncia no tiene la obligación
de aportar las pruebas, ello es obligación del calumniado. La
tortilla al revés.
Me
horroriza pensar cómo la fama y el honor y la dignidad de una
persona se esfuma en un telediario o en un periódico. La falsa
acusación puede convertir una vida en un infierno. Recuerdo con
pena cómo nuestros antepasados calumniaban por odio y dinero a
los judeizantes y gozaban que la Santa Inquisición, en sus
Autos de Fe, quemaran vivas a tales personas. Algo hemos adelantado
pero, por desgracia, aún hay personas y medios que, sin Sentencia
Judicial, lanzan al aire las más crueles calumnias. Existe
demasiado rencor y odio social entre las gentes y los partidos
políticos. El que levanta la cabeza hay que cortársela.
Importa poco la vileza de la calumnia. La caza del “otro” se
ha convertido en deporte nacional. Quien no puede dar en el asno, da
en la albarda. Hemos asesinado la ética. Decimos “calumnia
que algo queda”. Hay mutismos envilecedores, indiferencias y
silencios de muerte, capaces de arruinar una vida. Aquel joven le
dijo a su confesor que había calumniado a un amigo. Toma un vaso de
agua, le dijo el sacerdote, y arrójala al suelo y luego
recógela. ¡Esto es imposible!, respondió el joven. El confesor le
contestó: así ocurre con la calumnia. No hay vuelta atrás. El
refrán nos lo dice: “la honra y el vidrio no tienen más que un
golpecillo”.
En
ciertas tertulias se juega al billar con la fama de las personas.
Intentan colar la bola como sea. Jamás dos y dos son cuatro.
Para ellos los relojes marcan horas distintas. Se critican las
resoluciones judiciales… Para unos las sentencias son justas y
para otros adolecen de rigor… Se emplean diferentes vasos de
medir. A unos los medimos con misericordia y a otros con un
mondadientes.
Vivimos
un tiempo de odios políticos. Ortega nos dice que las palabras son
sacramentos de muy delicada administración. Por desgracia no se
sigue tal consejo. Palabra pronunciada no tiene vuelta y, quien
mucho habla, mucho yerra.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia