Tras seis años de duro trabajo, el cronista de El Puig de Santa María, junto con la Orden Mercedaria, representada por su prior Melchor Azcárate, y la colaboración del Ivacor han conseguido que la Diputación de Valencia subvencione su restauración.
Es precisamente lo que representan los frescos del camarín de la Virgen de El Puig, lo que hace que sea un trabajo pictórico tan importante para el Pueblo Valenciano. Pero la convierte en una obra, excepcionalmente única, el hecho de que lo que representa, lo que atisbamos en ella, fue esencial para entender el ser de los valencianos, en su día, y también hoy en día sigue siendo imprescindible para entender los hitos históricos que nos han llevado a convertirnos en lo que culturalmente somos en el nuevo milenio. Y diría que, en la actualidad, lo es mucho más porque somos más conscientes, históricamente, de aquello que nos convierte en valencianos, de aquello que condicionó, y sigue condicionando, que seamos como somos en el presente.
En el camarín de la Virgen de El Puig, pintado por Vergara en 1780, lo que se expresa y representa supera con creces a lo que se describe. Los hechos que se narran se constituirán como el trampolín, como el fundamento, de lo que irán asumiendo y en lo que se irán reconociendo, a lo largo de la historia, cada una de las diferentes generaciones de valencianos. Porque dichos hechos son los que supusieron un antes y un después en la historia y en la naturaleza cultural de los valencianos. Y ese cambio, en esta primera década del siglo XXI, hay que afirmar que lo determinó Jaime I al decidir conquistar las tierras valencianas de Xarq Al-andalus.
Podemos afirmar, sin ningún temor a excedernos, que por los elementos, hechos y personajes que describe y representa son las pinturas más importantes sobre el ser cultural e histórico del Reino de Valencia y de la actual Comunidad Valenciana.
Los detalles
En esta sublime obra pictórica descubrimos:
a) a Jaime I junto a la Patrona del Reino de Valencia, es decir, la Virgen de El Puig, crucial en los momentos más críticos anteriores a la misma conquista final de Valencia,
b) el insustituible castillo de Cebolla o de El Puig desde el que se preparó la conquista de Valencia y su reino, como muy bien afirma, varias veces, Jaime I en su Crónica. También, el mismo castillo se erige como puente entre las dos culturas que lo utilizaron, musulmanes y cristianos. Mostrando que, ambas, son necesarias para explicar quiénes somos los valencianos en la actualidad,
c) los mercedarios, con San Pedro Nolasco, y el resto de órdenes religiosas que serán la semilla que alimentará el Nuevo Reino Valenciano,
d) la historia del pueblo valenciano, contemplada, en pleno siglo XVIII, desde la antigüedad, siguiendo con la conquista del territorio valenciano por los musulmanes y la posterior “reconquista’’.
Todos estos elementos citados no son algo pasado sino algo que ha llegado hasta los valencianos del tercer milenio, a lo largo de todo un proceso histórico sin solución de continuidad, y que explica, y forma parte de, su ser más profundo.
Todo lo que Vergara pintó contiene un mensaje que se enriquece al interpretarlo, al hacer una lectura hermenéutica desde el siglo XXI, que nos ayudará a entender mejor nuestra historia, y por tanto, nuestra identidad y nuestra posibilidades como pueblo valenciano.
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