Elvira García. La diversidad política en los ayuntamientos de nuestros pueblos es una realidad generalizada. Diversidad que comporta complejidad en la gestión municipal, pero que también nos da la oportunidad de estar a la altura de la pluralidad y diversidad social.
La composición de las corporaciones locales es un reflejo de nuestra sociedad, diversa y plural.
Nos es fácil gestionar la diversidad política, cuando los partidos políticos son tantos en número y tan diversos. La sociedad, los ciudadanos y ciudadanas nos están demandando (a gritos) que seamos capaces de llegar a acuerdos, de trabajar por el bien común que es la esencia de la política. Es por eso más necesaria que nunca aquello que Aristóteles denominaba la amistad cívica.
La amistad cívica es la capacidad de relacionarnos entre personas y partidos políticos y marcar objetivos comunes, por el bien común.
No es el vínculo de amistad y de afecto incondicional entre personas, es la voluntad común de caminar juntos y abordar y resolver las cuestiones que son de todos y todas.
Una sociedad fuerte y madura ha de saber reconocer en esa diversidad su riqueza. No es una tarea fácil, no lo vamos a negar, pero tenemos que ser capaces de encontrar el nexo y no escatimar esfuerzos para avanzar como cuerpo social, como pueblo, como un yo colectivo que comparte objetivos comunes.
La amistad cívica es un principio aristotélico, que cobra en la actualidad y en su principio de progreso compartido máxima vigencia.
Sin esta capacidad de relacionarnos, de tener una madurez social y política, difícilmente estaremos a la altura de lo que el tiempo que nos ha tocado vivir demanda de nosotros y nosotras.
Algo que puede ser resumido en una idea, la adversidad política no tienen que verse como enemistad, sino como amistad cívica con un objetivo compartido, el bien común.
Tenemos que ser capaces de vencer la tentación que supone la inmediatez de obtener resultados, y ver mucho más allá, desde una mirada holística e integradora, compartiendo espacios de gobernanza local con la sociedad civil.
Este es el verdadero reto político de la modernidad, gestionar la diversidad, y Aristóteles, en este sentido, nos ofrece un camino que bien transitado puede conducirnos al éxito colectivo.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia