Jaime García.
El
grave peligro para España no es hoy la extrema derecha, como creyó
Suárez, sino la extrema izquierda, herederos del legado
marxista. Una izquierda radical, pura y dura, que pisotea el
espíritu de la transición y pretende resucitar una historia
nefasta. Una izquierda que intenta distanciar a las dos Españas,
que con espíritu generoso se abrazaron en la transición.
Hoy
nos horroriza que existan españoles empeñados en que volvamos
a las andadas y actualicemos el odio fraticida. El espectáculo
dado por esos radicales de todos los pelajes por las calles de Madrid
y en la Universidad Complutense, es muy preocupante. No se puede
permitir esta anarquía ni estas actitudes de desprecio a la Ley.
Tenemos que mantener vivo el espíritu de la transición, obra
maestra de todos los partidos. Debemos condenar, todos a una voz
y con contundencia, a estos radicales que quieren cargarse
nuestra democracia. No queremos que ni las ideologías, ni la
religión, ni la política, vuelvan a ser motivos de desunión y
muerte. No podemos permitir que aquellos odios y quimeras de
nuestros abuelos, que creíamos dormidas, se activen de nuevo.
Queremos vivir sin muro ni alambrada, sin rencillas y odios. Queremos
vivir en libertad y respeto a nuestras leyes. No aceptamos que
una juventud sin ideario y pasto fácil de la demagogia controle
los pueblos e imponga sus ideas de violencia. Libertad sin ira. Que
cada cual piense y actué, pero todos sometidos a la Ley, que
garantiza nuestra convivencia en paz. Que no falte el diálogo y el
respeto a los que no piensan igual. Podemos hablar lenguas distintas,
tener comportamientos diferentes…. Pero siempre dispuestos
todos a defender la bandera de la libertad y el orden. No
siempre es bueno abrir los archivos del pasado. Todos queremos
olvidar aquellos años de nuestra guerra civil. Queremos vivir en
libertad sin ira y sin rencor. Dignidad es precisamente lo
que falta. Atacaron e hirieron a los policías, sacaron del baúl de
los recuerdos banderas republicanas, banderas independentistas, al
Ché, la hoz y el martillo, rompieron cristales y puertas de
comercios y bancos. No hubo ni una sola bandera de España ¿Dónde
estaba la dignidad?...
Lo
auténticamente lamentable y condenable es que algunos partidos
políticos pretendan sacar provecho de esta marcha, haciendo
guiños a tales sujetos de que en su partido hallaran solución a sus
problemas. Esperan que otros agiten el árbol para luego recoger los
frutos. Una vela a Dios y otra al diablo.
Me
pregunto: ¿Qué hubieran dicho ciertas televisiones y prohombres
de la izquierda, si tales desmanes los hubieran realizado gente
de la extrema derecha? Unos cuantos atacaron el Centro Cultural
Catalán en Madrid. Toda la izquierda exaltada solicitó la
máxima condena. Y así se hizo. Sin embargo a estos actos vandálicos
de la extrema izquierda hacen oídos sordos. Política de doble
moral. No he visto a los Bardem, Almodóvar, Bosé… toda la ceja
protestar por estos actos vandálicos. Y es que, como dice Luis
Ventoso, unos violentos se condenan en mayúscula, y otros en
minúscula.
El
invierno del odio y de la radicalidad debe dar paso a una primavera
de amor y comprensión. Las borrascas políticas no conducen a
nada. Libertad sin ira cantábamos allá por el año 1979, unidos
todos en esa transición y reforma que toda Europa aplaudió.
Supimos unirnos y trazar con ilusión nuestro futuro. Todos los
partidos dejaron algo de sí mismos pero, entre todos, se
ofreció a los españoles un nuevo modelo de convivencia, un modelo
de diálogo y de respeto. Supimos dejar atrás el odio y la
mentira histórica y cimentamos nuestra convivencia en la
unidad, en la libertad y en el respeto a la Ley.
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